El texto del Evangelio de hoy es de los
más conocidos y leído. El hijo pródigo. San Lucas el evangelista
describe con todo detalle la bondad, paciencia y misericordia del padre por una
parte y de la actitud de los dos hijos. Refleja cómo vive cada uno su libertad.
Sin libertad no se puede manifestar el
amor. Dios, Padre al crear a las personas se
ató las manos. Porque las ama y nos sigue amando lo hace en libertad. Y la
libertad me da la posibilidad de elegir. Y puedo elegir una libertad que me
orienta hacia el bien o hacia el mal. Elijo el mal cuando busco o
vivo la autonomía radical, la independencia sin vínculos familiares, sin
responsabilidades. A veces puedo llegar a la violencia. Con esta actitud, a
veces, sin pretenderlo se llega a las consecuencias más negativas. Pierde la
dignidad de la persona a base de querer realizarse sin ninguna traba y cae en
lo más profundo, hasta deshumanizarse.
Quería comer, para saciar su hambre, de
la comida de los cerdos. Pero tampoco le estaba permitido. En esta
situación de soledad, abandono, pasando hambre, en el sufrimiento sin esperanza
y en el llanto derramando lágrimas; se acuerda de su padre. Sí me levantaré y
volveré junto a mi padre…
El otro hijo que se queda en casa. Tampoco sabe usar de la libertad que supone estar siempre junto a su
padre. Junto a él todas las necesidades materiales y afectivas están resueltas.
Pero este hijo se mira a sí mismo. Quiere ser el centro de todo y vive
angustiado cumpliendo al pie de la letra las normas porque no conoce el corazón
de su padre. Y lo ve como una carga. Se aferra a
contemplarse su propio ombligo y descubre que no es mejor que los demás criados
de su padre. Por supuesto se considera mejor que su hermano que se ha marchado
de casa y se ha “pasado muchos pueblos” en su arrogancia.
Vive angustiado en sí mismo sin
perspectiva, al margen de la familia, aborrece tanto a su padre como a
su hermano. Ya no le considera hermano. Le dice a su padre, “ese hijo tuyo
que ha derrochado toda tu fortuna…” pero el padre le recuerda que también es
hermano suyo y debería alegrarse, no sentir tanta envidia al ver la alegría que
hay en casa porque ha vuelto sano.
Puedo elegir en este rato de oración a
tipo de hermano pertenezco. Pues Dios me llama a superar la
actitud de los dos hermanos.
Me ha llamado para ser padre, para ser fecundo, para dar vida a tantos hijos y hermanos que viven
angustiados, sin esperanza. Pedir al Señor que sea un pálido reflejo del amor
del Padre Misericordioso. Aquí, en esta parábola no aparece aparentemente la
madre de los dos hermanos, pero la actitud que describe el Evangelio está
reflejando el corazón de una Madre. Pidamos a María sepamos ser padres de
tantos jóvenes que se quieren encontrar con el Padre para vivir felices en esta
vida y gozar del banquete del Reino.