(Jn 4, 43 – 54)
Al empezar la oración hay que pedir luz al Espíritu Santo, ponerme en la presencia de Dios consciente de ante quién estoy y de qué voy a hacer para que ese encuentro con Él solo sea como todo el día, ordenado en su servicio y alabanza.
Jesús nos llenará de gozo y calmará y nuestro llanto desaparecerá. Así nos lo hace ver el evangelio de hoy, cuya lectura se continuará hasta el final de la cuaresma. La súplica que el funcionario de Cafarnaún hace a Jesús pidiéndole la curación de su hijo, arranca el milagro de la curación a distancia por el poder de Jesús.
Jesús se manifiesta en este pasaje como la Vida, tema que el evangelista Juan trata en los capítulos siguientes. La fe del funcionario se refiere en un principio, al poder curativo del Señor. Después se fía de su palabra cuando el Jesús le dice: Anda, tu hijo está curado. Y más tarde al comprobar personalmente la verdad de su palabra, cree en Cristo, y con él toda su familia. La conversión del funcionario va en ascenso: primero creyó en el poder curativo de Jesús, después en su palabra y finalmente, en su persona. Es aquí donde se completa la fe de esta persona.
El contacto con Cristo es fuente de vida y de madurez en la vida espiritual que arraiga en el creyente en todas las etapas de su vida, en las alegres y en las tristes y no está al vaivén de los sentimientos. La Iglesia en este tiempo de cuaresma nos pide para alcanzar la conversión tres cosas: oración, ayuno y limosna. Si no hay oración, es decir contacto con el Señor, el ayuno y la limosna vale para bien poco, eso lo hacen los paganos, ellos ayunan por estética y dan de lo que les sobra para que el mundo los aplaudan, la oración, es lo que le dan consistencia y efectividad.
Jesús con sus milagros demuestra su poder no solo sobre la enfermedad, sino también sobre la muerte. El padre del niño enfermo, al acudir suplicante a Jesús, admite humildemente que él no puede hacer nada, pero solamente cuando Jesús realiza el milagro se hace creyente. La súplica de petición a Dios es el reconocimiento humilde de nuestra dependencia de él; la oración de petición no debe agotar nuestra relación con Dios-Padre. Él no es un “resuelveproblemas” él debe ser el centro de nuestra vida. Un hijo de Dios no acude solamente a Él cuando lo necesita y si así fuera tenemos el testimonio del mismo Jesús en la parábola del hijo pródigo de que el Padre siempre está esperando nuestra vuelta aunque esta esté motivada por satisfacer una necesidad material.
Terminar la oración con una acción de gracias por la confianza que Jesús ha puesto en nosotros de hacernos sal de la tierra y luz del mundo y una súplica de que no nos falte nunca su luz y su fuerza.