30 marzo 2015. Lunes Santo – Puntos de oración

Estamos de lleno en la Semana Santa. Ya hemos llegado después de un período de preparación. Vamos a acompañar a Jesús, aunque Él se adentre en este misterio de dolor en solitario.

Mañana el evangelio nos narra la despedida de sus amigos más íntimos. La cena en Betania con sus amigos es la antesala de la Cena Pascual con los apóstoles.

Jesús acude a desahogarse con los íntimos, a recibir cariño y ánimo. A ser reconfortado con tantos detalles de delicadeza y de amistad que serán su sustento en la soledad, abandono y desprecio. Va buscando su casa, la intimidad de ellos antes de subir al calvario, donde no encontrará ni la relación con el Padre. Que misterio. Hasta donde llega la humanidad de Jesús, capaz de gozar de la grandeza del hombre a través del amor hecho servicio y de lo más bajo del hombre la mentira, el egoísmo, el odio y el asesinato.  Entra pues en comunión con el hombre de toda la historia.

Participan Lázaro, Marta y María. Cada uno consuela a Jesús a su manera.

Y María durante la cena, tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús sus pies y se los enjugó con su cabellera. Y se llenó la casa de perfume.

Quisiera dirigir estás ideas sobre todo a aquellas almas contemplativas, a aquellos consagrados que ofrecen el perfume de sus vidas, como ofrenda amorosa a Dios. No buscan nada más que agradar desinteresadamente a Dios, servirle en lo escondido, sin que nada más que Jesús se dé cuenta. Sin importarles que se vea. Los enamorados buscan la intimidad. Por eso la oración es el rato de experimentar el amor de Jesús, de abrir el corazón y vaciar nuestro perfume, sin más pretensión. No hace falta que nadie lo entienda. No importa que ni nosotros mismos a veces creamos que se nos va la vida y no hacemos nada. No entenderíamos que es el amor a Jesús. A veces buscamos los éxitos apostólicos, los triunfos humanos y espirituales. Buscamos el sentido de nuestra vida en los frutos, sin darnos cuenta que el verdadero sentido y fruto es de crecer en la intimidad con Jesús, en contemplarle amorosamente, que es el fin del hombre.

¿Quién entiende estos actos de delicadeza? ¿Quién entiende nuestras vidas entregadas, aparentemente sin observar nada distinto?

A veces nos cuestionamos con criterios mundanos de eficiencia, incluso eficiencia apostólica, eficiencia humana y espiritual. Sin embargo la vida va pasando, el perfume se va gastando y parece que para nada.  Si me consuela que cuando estos días Jesús que dará un paso más en su entrega hasta morir, se verá consolado sabiendo que existen almas que son sólo para Él.

Es una semana para sobrenaturalizar, para arriesgarnos a entrar en el misterio de lo inentendible, para entrar a contemplar con el corazón aquellas razones a las cuales la razón no llega.

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