17 marzo 2015. Martes de la cuarta semana de Cuaresma – Puntos de oración

Varios detalles me llaman la atención nada más leer el evangelio de este día, y me gustaría compartirlos con vosotros, por si os pueden ayudar en vuestra oración personal:

El primer detalle, es que Jesucristo pregunte al enfermo si quiere ser curado.

¡Es muy posible que el Señor lleve una registro personal de nuestras limitaciones…, de nuestras miserias y pobrezas..., esas que nosotros sobrellevamos hace tiempo..., y que no hemos podido vencer ni superar...! Son esa parálisis invisible, pero cierta, que nos tiene postrados y nos impide ser plenamente nosotros mismos... Esto quiere decir, que nada queda oculto a sus ojos, ni indiferente a sus miradas sobre nosotros... Luego si él conoce todo lo referente a nuestra persona, solo queda esperar una visita de sanación por su parte...

El segundo detalle, es que le cure sin que se lo pida..., y sin necesidad de que el enfermo haga un acto de fe en su persona...

Y le dijo: «Levántate, toma tu camilla y echa a andar.» Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. ¡Y esto como la cosa más natural del mundo...! ¡Debió ser tal la admiración que sintió el sujeto curado, que no se dio cuenta de que Jesús "aprovechando el barullo de aquel sitio, se había alejado..." sin ser notado, y sin esperar ni siquiera un gracia, Señor...

El tercer detalle, es que más tarde, se hiciera el encontradizo con el que estuviera enfermo, para hacerle una revelación personal que le asegurara la salud de por vida: no cometas pecado, y así no te ocurrirá algo peor...

Dios quiere nuestra sanación no solo en el tiempo, sino también de cara a la eternidad. No solo en el cuerpo, sino también en el alma... ¡De que nos vale la salud corporal, sin la salud espiritual…! ¿A dónde iremos con un alma enferma, aunque tengamos un cuerpo vigoroso y fuerte?

Y el cuarto y último detalle, nos lo da el Evangelio en la última línea que hemos leído: "los judíos acosaban a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado..." ¿Por qué le surgen enemigos al Señor, cuando El pasa entre ellos solamente haciendo el bien, tanto a los cuerpos como a las almas? Creo que por pura envidia... No podemos tolerar que alguien sea bueno, que haga el bien y encima nos supere a nosotros que nos tenemos por lo mejor... La soberbia hace que se pierda todo lo óptimo que puede nacer en nosotros, si no estamos atentos a los movimientos interiores de envidia.., menosprecio..., revancha…, o venganza...

Recemos hoy: ¡Danos un corazón grande para amar…! ¡Para no sentir envidia! ¡Para darnos cuenta del paso de Dios entre los hombres! ¡Para gozarnos con el bien que contemplamos! ¡Para agradecer a Dios, porque El sí que es bueno, en todo y siempre…!

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