5 marzo 2015. Jueves de la segunda semana de Cuaresma – Puntos de oración

“Nada hay más falso y enfermo que el corazón: ¿quién lo conoce?” (Jer 17, 9)

Sólo el Señor es capaz de sondear y conocer en plenitud el corazón del ser humano. Incomprensible. ¿Cómo es posible que el corazón de un ser humano se conmueva a la vista de un simple animal abandonado, y se le cierren las entrañas ante el dolor de familiares que comparten su mismo techo y mesa? ¿Cómo es posible que llore al ver en un reportaje el sufrimiento de un niño carente de alimento, y permita sea abortado al hijo que lleva en su propio seno? Realmente incomprensible. ¿Quién conoce el corazón de un ser humano?

“Yo, el Señor, examino el corazón, sondeo el corazón de los hombres” (Jer 17, 10)

Con razón el salmista le suplica: “¡Oh Dios, crea en mí un corazón puro!” (Sal 50, 12)

Vamos, pues, a suplicar en nuestra oración que Él cambie nuestros corazones. Pues los conoce en profundidad, que vea nuestros deseos y convierta este “corazón de piedra en un corazón de carne” (Ez 11, 19).

Perdido en lo alto de una meseta navarra, sin ríos que le refresquen ni árboles que le cobijen, embriagado por una aparente soledad, se alza el pueblo de Ujué. Y dominando el mismo, un Santuario-Fortaleza que cual relicario guarda en su seno una de las imágenes más bellas y antiguas de la escultura románica navarra: Santa María de Ujué. Y a los pies de la imagen, una arqueta que contiene el corazón de un monarca navarro: Carlos II, también llamado Carlos el Malo. Tal fue la última voluntad ese Rey, que su corazón descansase a los pies de la Virgen. El P. Ramón Cué, S.J. peregrinó un día a Ujué, e inspirado nos dejó unos versos que pueden sintetizar nuestra oración de mañana:

Princesita de las torres
almenadas de Ujué,
la de las palomas blancas
para darse a conocer,
y los corazones malos
como rosas a sus pies;
la que lleva ocho siglos
-del alba al atardecer-
sentada en eterna espera,
aguardando... ¿A quién, a quién...?
Los soles de las esperas
Fueron quemando tu piel...

Al fin, tardo peregrino,
acudí a tu cita ayer....
Llegué en la tarde dorada
brocado de tu dosel,
y traía un corazón
malo como el de aquel Rey....
Deja que yo ponga el mío
donde Carlos puso el de él....

Que el mío es malo, Señora,
lo sabes tú, y yo lo sé...
Lo dejo como una flor
de cardo que dio mi ser,
roto, estrujado, marchito
como una ánfora de hiel...

El de Carlos, hecho estrella,
se ha depurado, y se fue ...
Y es un lucero que vela
sobre tus almenas fiel;
yo le conozco en la noche
-corazón bueno del Rey-.
Se llama Carlos el Bueno,
Tú lo has hecho florecer.
Abajo que quede el mío
depurándose a tus pies;
el corazón de un poeta
en donde estuvo el de un Rey.

Sentada en eterna espera
me aguardabas... y llegué.
Me marcharé de Navarra
sin corazón, ya lo sé...
Pero que lo sepan todos:
En las almenas de Ujué,
El corazón de un poeta
Ha sucedido al de un Rey

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