Hoy cogemos los puntos del folleto de Cuaresma de Abelardo
“SI EL MUNDO OS ODIA, SABED QUE A MÍ ME HA ODIADO ANTES” (Jn 15, 18)
El evangelista San Juan, que inicia el capítulo 13 hablándonos del amor de Jesús para con los suyos: “hasta el extremo”. Cierra la salida de Judas del Cenáculo con esta pincelada: “Era de noche”. Noche en el corazón de Judas y noche en el Corazón de Jesús.
Jesús entra en esta última noche de muerte con el dolor de ser odiado por los hombres. Se le ha perseguido, le han buscado contradicciones. Se le ha querido rebajar ante el pueblo. Ha sufrido malentendidos, rechazos, enemistades y calumnias. Y ahora, se reúnen todos en esta noche en que las tinieblas no reciben a la Luz. Además, el abandono de los suyos: «Entonces, sus discípulos abandonándolo todos, huyeron» (Mc 14, 50).
¿Cómo se puede odiar a este Jesús? Si preguntamos: ¿cómo es Dios?, la respuesta es: Tal como es Jesús. Y con todo Él lo ha dicho: “Antes me ha odiado a Mí”.
Todo en la creación nos grita: Dios es. Y Él ha querido que yo sea. El mismo corazón debería empujar hacia Él, y así lo hace, según dice san Agustín: «Nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón permanece inquieto hasta que en Ti descanse» (Confesiones I,1). Pero en el mismo corazón se levanta la contradicción: el hombre no quiere ser creado. Ni quiere aceptarse a sí mismo saliendo de la mano de Dios. Prefiere verse surgir de la muda naturaleza y encontrar origen a su vida elevándose de entre los animales, antes que recibir de Dios su esencia, su alma, su personalidad.
¿Por qué este rechazo de Dios? La clave nos la da Nietzsche: Dios va contra mis gustos.
Así, pues, el ateísmo no lo produce la ciencia ni el avance de las civilizaciones y culturas. No lo ha inventado Europa ni ningún pensador occidental. Es en el corazón del hombre apasionado en sus caprichos donde nace esta salvaje voluntad contra Dios.
Sí, realmente Dios puede ser odiado. Más aún, perseguido. Se intenta borrarle del mundo. A Él y todo lo que es suyo. El hombre grita: ¡Él o yo!
Entonces, si ese Dios entra en la Historia corporalmente, si hay hombres en quien Dios se manifiesta, esos padecen el rechazo. Son los odiados. Lo que antes hicieron con Él se repetirá ahora.
Hoy que se vive bajo la filosofía del tener y no del ser (el ser supone Dios; el tener, endiosamiento), se rechaza y se odia a Jesús y a sus seguidores más que nunca.
Judas, los fariseos, Caifás, Herodes y Pilato quisieron tener. Hasta los Apóstoles prefirieron tener — salvar sus vidas—. Hoy es la droga, el sexo, el divorcio y el aborto, el libertinaje, la pasión de mando, de poder, de riqueza. Sigue la noche. Jesús y quienes le prolongan siguen siendo odiados.
Y es en la Cruz, donde no se tiene nada, sino abandono y soledad, donde Cristo es y donde son los suyos. En la Cruz se hace la luz del Día Eterno que acaba con las tinieblas.
Y junto a la Cruz permaneció y permanece la Madre del primogénito y de cuantos le han seguido, clavados por el odio de corazones esclavizados por sus gustos y caprichos.