Último viernes de la cuaresma, llamado Viernes de Dolores. Última oportunidad de afrontar la Semana Santa con la preparación adecuada. Merece la pena rezar bien.
En primer lugar, pedir esta gracia de la buena preparación. La Iglesia entera ha estado poniéndose a tono para sacar el mayor fruto espiritual de la Pascua del Señor. Nosotros, particularmente, también debemos ponernos a ese nivel.
¿Qué eres tú para mí, Señor? El salmista lo tiene claro y lo expresa en 10 atributos.
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Rezamos este salmo en este día, precisamente, en que recordamos los dolores de Jesús producidos por el abandono del Padre. Sí, Dios es la fortaleza, el refugio, el baluarte… pero a su propio hijo parece que lo abandona tanto en Getsemaní como en la cruz. Las palabras que el evangelio pone en boca de Jesús así parecen decirlo: ¡Que pase de mí este cáliz…! ¡Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado!
Pero Dios no abandona nunca a sus hijos. Él está siempre ahí, sosteniendo en el dolor, acompañando, consolando… No puede evitar todo el dolor humano porque entonces no seríamos hombres, sino autómatas. El dolor y el sufrimiento, incomprensiblemente, nos hacen más humanos, más dignos de Dios.
¡Cuánto dolor en el mundo! Seguro que ahora mismo conoces a alguien que está sufriendo por algo: una enfermedad propia o de un familiar, un fallecimiento reciente, una decepción afectiva o profesional, una depresión, un desencuentro, una incomprensión… Reza ahora por ellos.
Acordémonos también de la Iglesia perseguida. Sufre como tuvo que sufrir Jesús la dureza de un pueblo que lo quería apedrear. No había llegado todavía su momento y Jesús se escabulló entre ellos, pero fue el primer martirio de la incomprensión de su pueblo. Hay muchos católicos en el mundo que sufren esta persecución. Recemos también al Dios fortaleza, al Dios refugio, al Dios baluarte, para que los salve y les de esa fortaleza para afrontar la situación.
Después de pedir por tantas necesidades, nuestro corazón estará mejor preparado para vivir la Semana Santa. Tradicionalmente, este Viernes de Dolores es también un día para consolar a la Virgen María que por su parte tendrá que vivir la Pasión junto a su Hijo. Se enternece nuestro corazón abrazándola, acompañándola, estando junto a ella en silencio.