Comenzamos el mes de mayo, dedicado en
la piedad popular a la Virgen María. El tiempo primaveral se compagina con esta
devoción a la Madre de Dios: en el mes de las flores miramos y honramos a María
como “la flor más hermosa que ha brotado de la creación, la ‘rosa’ que apareció
en la plenitud de los tiempos, cuando Dios, enviando a su Hijo, dio al mundo
una nueva primavera” (Benedicto XVI). Para nosotros, miembros del movimiento de
Santa María, es un tiempo de “campaña”, de acercar a nuestros hermanos a
Jesucristo por medio de su Madre, sembrando sus virtudes en nuestros ambientes
de vida y hablando de Ella siempre que podamos.
Para nuestra oración, podemos ver cómo
la Palabra del Evangelio se puede aplicar en sumo grado a la Virgen María:
-“El que me
ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada
en él”. María es la primera y la más perfecta discípula de Jesús. Ella fue la
primera que guardó plenamente la palabra de su Hijo; discípula antes que Madre,
Madre porque fue discípula, sierva humilde y obediente que acogió en la
Anunciación la voluntad del Padre: “Hágase en mí según tu Palabra”. Por esto
Dios Padre la amó y en ella puso su morada la Santísima Trinidad. Saludamos a
la Virgen con estos tres títulos sublimes: “Dios te salve, maría, Hija
predilecta de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios, Espíritu Santo”.
-“El Espíritu
Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os
vaya recordando todo lo que os he dicho”. También estas palabras nos llevan a
María, que guardaba en su corazón las palabras de Dios y las meditaba
asiduamente. Ese Corazón Inmaculado, templo del Espíritu Santo, daba vueltas a
todo lo que Jesús decía y hacía, y así es modelo para nosotros que necesitamos
escuchar la Palabra de Dios y aplicarla fielmente a nuestra vida. Pidamos esa
docilidad al Espíritu Santo que la Virgen, mujer del silencio y de la escucha,
contagia a los que le piden cobijo en su Corazón de Madre.
A la luz del Evangelio de este Domingo
de Pascua, vivamos este mes de la Virgen poniéndonos a la escucha de la Palabra
de Jesús para guardarla en nuestros corazones, meditarla y ponerla por obra a
imitación de María. Así seremos, como Ella morada de la Trinidad, dóciles a las
inspiraciones del Espíritu Santo, y nuestra vida será fuente para saciar la sed
de Dios en el desierto que nos rodea, y nuestras obras serán luz para iluminar
las tinieblas que envuelven a tantos hermanos nuestros.