Vamos a hacer un doble recorrido: desde mi creación hasta ahora y de ahora
en adelante.
Dios pensó en mí, y quería que existiese y por eso necesitó a dos personas,
a mi padre y mi madre. A ellas les dio de comer desde pequeñitos, les dio una
educación, les dio un trabajo y gracias a eso pude llegar yo. Me engendraron
y mi mamá me tuvo en su vientre nueve meses, hasta que tuve el gran
trauma de nacer y vivir fuera de ella. Y luego… hasta el día de hoy que
leo/escribo estas cosas preparándome para un rato de oración con Dios. Pero
puedo ir caminando hacia atrás de mis padres hacia atrás para ver con más
detalle los pasos que ha ido dando mi papá Dios hasta este momento.
Mis padres nacieron de otros hombres y esos de otros sápiens
sápiens, hasta una mutación y aparecen otros más primitivos en mi
genealogía. Puedo ir saltando de mutación en mutación hasta un reptil,
suponiendo que los hombres pasamos por esos animalitos. Nos paramos ahí y vemos
a nuestro padre Dios mirándole con cariño. “Ya tengo muchas partes de Vicente
(que soy el escribiente), pero todavía no tengo una piel flexible y que sea
capaz de sudar fuera líquidos, ni una mente capaz de… Sí que tengo unas células
y una estructura con columna vertebral y … ya solo me faltan 5.735,217 años
para conseguirle y sigue “fabricando” cosas cada vez más complicadas para
llegar al famoso sápiens sápiens.
Pero esas células reptilaceas, no han salido de la nada. Las sacó de otras
anteriores a golpe de mutación genética adecuadamente dirigida (eso me dice la
ciencia actual, dentro de unos años quizás haya podido precisar más el tema).
Así me puedo ir alejando hasta las primera materia viva en el sentido de
células que se podían reduplicar, aquello del lago caliente con atmósfera de di
óxido de carbono y unos rayos eléctricos que lo ionizan todo o como sea la
realidad de esa especie de cuento de hadas. Y cuando aparecen esas células
precursoras de los cromosomas, ahí está mi Dios soñándome: “Dentro de
unos miles de años, ya habré conseguido que aparezca Vicente” y se alegraba de
ver cómo iba su invento.
Pero para esa nueva estructura necesitaba los átomos y que estos se uniesen
en moléculas y además átomos pesados como el hierro. Para todo ello necesitó
“fabricar” los átomos. Sabemos que los ligeros tipo helio o hidrógeno los
fabricó al principio pero para llegar a los pesados, necesitó la explosión de
una estrella al final de su vida. Necesitó todas las estrellas y constelaciones
para poder tenerme a mí. Desde el big-bang, hace 13.500 millones de años, monta
una estructura, todo el universo para que yo pueda existir. Si no hubiese
estrellas, no podría haber hierro, es decir ha sido necesaria la construcción
de todo este universo evolutivo para llegar a mí. Dios me ama. Me “fabrica” de
la nada tras muchos años de proceso.
Todo esto lo ha hecho sin preguntarme. Sin contar conmigo. Me quería y
necesitaba todo eso. Ahora ya estoy aquí. Ya estudio y pienso agradecido. Veo
tantas cosas imprescindibles para que yo haya existido. Se lo agradezco y le
amo. ¿Y ahora qué? ¿Cómo sigo?
Él quiere llegar a mucho más. Quiere hacerme como su Hijo a base de
comerle. Mejor, no como a su Hijo sino que yo también sea su hijo. “El
que come mi carne y bebe mi sangre, mora en mí y yo en él” y en otro
sitio: “yo soy la vid, vosotros los sarmientos”. Pero no sigue si
yo no quiero. Me hizo libre y puedo seguir o volverme para atrás. Me espera.
Ahora viene lo de decirle cosas bonitas. No te detengas, Señor. Tómame. Cógeme.
Cámbiame. Que me transforme en ti. Que quien me mire, Te vea. “El que come
mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna”. Que siempre te coma con
devoción.