La referencia central para este domingo
IV de Pascua, es la del Buen Pastor. Sólo mencionarlo nos debe llenar de amor
hacia Jesús, que fijándose en esta estampa del pastor que hemos contemplado
tantas veces por los campos de Castilla, hemos conversado con ellos y nos han
dejado “un no sé qué,” que ellos tienen de tantas horas al cuidado de sus
ganados, tantos años, para los que apenas cuenta el tiempo que se ralentiza como
si se detuviera, (“saboreando la eternidad, olvidando el tiempo”), nos va a
llevar a hacer una oración llena de paz, amor y ternura.
Para empezar, nos ponemos como siempre
en la presencia de Dios: “Que todas mis intenciones, acciones y operaciones
durante este rato de oración sean encaminadas en servicio y alabanza de tu
Divina Majestad.
“Yo soy el buen Pastor que conozco mis
ovejas” ¡Cómo nos conoce el Señor! Por eso
el jueves le suplicábamos en la oración de la misa: “Dios todopoderoso y eterno
que en estos días de Pascua nos has revelado más claramente tu amor y nos has
permitido conocerlo con más profundidad; concede a quienes has librado de las
tinieblas del error- te reconocen como buen Pastor- adherirse con firmeza a las
enseñanzas de tu verdad”.
A través de la Pascua con sus
apariciones, “te has revelado y manifestado tu amor como buen Pastor, que
conoces tus ovejas, escuchan tu voz porque ellas te conocen y te siguen y les
das la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi
mano”.
“El buen Pastor, da la vida por las
ovejas”. ¡Cómo lo refleja el logo del Año de la
Misericordia!: Carga con la oveja perdida y la incorpora al redil y todo ello
envuelto en tres círculos de más a menos en tamaño y en color de más claros a
más intensos, donde se encierra la Trinidad: al fondo el Padre centro de todo
la Vida, el Hijo y el Espíritu arropando, iluminando y conduciendo la Redención
y Salvación que es obra de su Misericordia.
“Yo soy el buen Pastor, conozco mis
ovejas y ellas me conocen” Aleluya, aleluya, palabra
que encierra todo lo que es el misterio pascual. La que canta una muchedumbre
inmensa que nadie puede contar. Porque él Cordero está delante del trono es su
pastor.
“Ha resucitado el Buen Pastor, que dio
la vida pro sus ovejas y se dignó morir por ellas”. ¡Aleluya! Canta la antífona de comunión.
No hace falta mucho más para hacer una
oración confiada y gozosa dejándose guiar por el Espíritu Santo contemplando la
figura de Jesús bajo Pastor. Hay que dejarse conducir, llevar para conocerle,
amarle, seguirle. La figura del Buen Pastor, la parábola de la oveja perdida y
las referencias de las lecturas pueden ser más que suficientes. Escucharemos la
voz de la Virgen que nos dice: “Haced lo que Él os diga”.