10 abril 2016. Domingo de la tercera semana de Pascua (Ciclo C) – Puntos de oración

Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.
Estamos en el segundo domingo de Pascua y podemos seguir gritando: ¡¡Aleluya!! ¡¡Resucitó el Señor!! ¡¡El Dios de la infinita Misericordia nos ha rescatado de las ataduras de la muerte!! En este domingo la Iglesia nos propone como lecturas de la Misa el testimonio audaz de los apóstoles ante el Sanedrín, y en el Evangelio, uno de los encuentros de Jesús resucitado con sus discípulos. Después de la Resurrección, lo apóstoles permanecen unidos, pero el tiempo pasa y empiezan a dudar de que si realmente Jesús era el Mesías que tanto habían esperado y si en realidad su muerte y resurrección les habían liberado; si todo eso había servido de algo o no. Desoyendo el mandato de Jesús de anunciar y dar testimonio de su Amor y enseñanzas, deciden volver a su rutina diaria. Esto se aprecia cuando Pedro, como desmotivado, porque piensa que ya no hay nada más que hacer, dice a sus amigos: “Me voy a pescar”. Sus amigos deciden arrastrados por él, acompañarle. Pasaron toda la noche bregando, intentando ser ellos los que marcasen el rumbo de su propia vida según sus apetencias, en ese momento pescar, y no consiguieron capturar un solo pez, y eso que eran pescadores experimentados. Sólo cuando hacen caso a Jesús, al que inicialmente no reconocieron por tener los ojos como velados por su falta de amor, consiguen pescar. Muchas veces en nuestra vida damos la espalda a Jesús porque queremos hacer las cosas mirándonos a nosotros mismos y sin tener en cuenta lo que el Señor nos está pidiendo; y sucede que el fruto que buscamos es escaso y no nos llena. En cambio, cuando tenemos en cuenta lo que Dios quiere en nuestra vida el siempre nos hace dar da el ciento por uno de nosotros y el fruto que nos regala en increíblemente grande, como la red repleta de peces.

Le pedimos a la Santísima Virgen que nos ayude a no perder la confianza en Jesús, que Él siempre nos da más de lo que esperamos lograr. Y que esa confianza nos lleve a dar testimonio del Amor y de la Misericordia a nuestros hermanos de la misma forma que los apóstoles lo dieron, como nos cuenta la primera lectura, después de recuperar la confianza plena en Jesucristo, que habían perdido por el pecado.

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