30 abril 2016. Sábado de la quinta semana de Pascua – Puntos de oración

Iniciamos nuestra oración: ofreciendo la jornada,  invocando al Espíritu Santo, pidiendo  ayuda a la Madre y la intercesión de san José. 
Vamos con ilusión a meditar la “palabra de Dios”. Dice Juan de Ávila  que esta constituye  “un escudo de la fe” “en el cual podáis apagar todas las lanzadas encendidas con fuego” (Ef 6,10-11). Las lanzadas encendidas con fuego que a lo largo de la jornada el demonio y la mundanidad nos arrojan.
Preparamos nuestra alma con la oración y continuamos durante la jornada con la jaculatoria, formando ambas el escudo donde la lanzada encendida se apaga. 
En la primera lectura,  Pablo nos muestra el itinerario de la evangelización: recorre pueblos, acoge discípulos, se deja ayudar por ellos, los trata como hermanos (Timoteo), se deja llevar por el Espíritu (“pasa a Macedonia y ayúdanos”). 
Hoy el Espíritu también nos llama a evangelizar, a predicar la palabra del Señor. Algunos los envía a lejanas tierras .A la mayoría de los laicos nos manda a evangelizar nuestra cultura cercana. Si estuviéramos atentos al Paráclito, en sueños escucharíamos: “pasa al mundo de la política y ayúdanos” “pasa al mundo del teatro y ayúdanos” “pasa al mundo de las finanzas y ayúdanos”… al de la educación, al del cine, al de la familia…”.Esa es tu Macedonia, tu día a día, el ambiente cercano en el que estás inmerso.
Pablo ha vuelto de Jerusalén y allí el Espíritu se ha inclinado por los partidarios de la apertura a los gentiles, frente a los “cerrados” (terminología del Papa Francisco).   Nosotros repetimos la historia, en nuestro tiempo. El Paráclito nos manda a buscar a los hombres a las fronteras, a abrirnos a los que huyen.
Hoy nuestros coetáneos se alejan del púlpito, de la predicación moral, del dogma. Ahora bien, ¿cuántos de ellos tienen un corazón dispuesto a percibir los valores del evangelio: misericordia, justicia, verdad, caridad, fe, humildad…?
Nosotros tenemos la obligación de ofrecer estos valores a nuestros contemporáneos. “Las palabras convencen, los ejemplos arrastran”, nos repetía con insistencia nuestro padre Morales.
El Salmo es continuidad con respecto a la primera lectura. “Aclama al Señor, tierra entera”. La “tierra entera” son hoy estas realidades que queremos evangelizar.

Acabemos nuestras reflexiones con un coloquio con Jesús resucitado.  San Ignacio nos lo precisa: “el coloquio se hace, propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor: cuándo pidiendo alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho, cuándo comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas. Y decir un Pater noster”.

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