4 abril 2016. La Anunciación del Señor – Puntos de oración

Este año el 25 de marzo se celebra hoy, 4 de abril. Es un poco incoherente, pero es así. Al coincidir el día de la Anunciación con el Viernes Santo la Iglesia pospone esta celebración para este tiempo de Pascua, que es cuando más pega. Hoy, como cada año, actualizamos el momento de la Encarnación del Verbo, cuando el hijo de Dios se hace hombre, igual a nosotros. Que Dios se haga hombre y no sólo que lo parezca, nos manifiesta la importancia de esta fiesta, y se nos llena el corazón de acción de gracias:
¡Gracias, ángel Gabriel, por venir a dar tan buena noticia a la tierra! Ahora lo tuviste que hacer en el silencio de Nazaret a una humilde mujer judía. Luego, nueve meses más tarde se lo viniste a decir a unos cuantos pastores de Belén. ¡Ah!, y viniste acompañado  de un buen coro de congéneres tuyos. Bien hecho. Merecía la pena tal concierto celestial.
¡Gracias, María, por decir ese SÍ, con mayúsculas y tan claro, que dijiste! Decir sí a Dios parece fácil, pero no lo es, suele complicar la vida…, aunque siempre da la felicidad. Gracias, María, por hacerlo todo tan sencillo, tan “normal”. Se te podían haber ocurrido muchas peguntas y pegas, pero al saber que aquello era del Espíritu de Dios no había más que complicarse. Claro, que en realidad, tampoco dijiste que sí, lo dijiste mucho más bonito y mucho más teológico: “Hágase en mí…” Un sí, puede ser algo dicho con los labios y con las propias fuerzas, pero tú lo hacías con la fuerza de Dios y lo decías con tus entrañas… Y allí mismo se hizo carne Dios.

¡Gracias, Señor, por hacerte uno de nosotros, uno como nosotros! Te podías haber quedado en el cielo haciendo planes y proyectos de mejora del ser humano, pero preferiste presentarte como modelo. Por un lado, el mundo, creado desde hacía millones de años, necesitaba oír tu voz, sentir tus pasos e iluminar tu figura para cobrar sentido. Y, por otro, nosotros necesitábamos saber cómo hacer las cosas, como amar a las personas, como rezar a Dios. Por cierto, nos encantó eso de llamarle, Padre.

Archivo del blog