El Señor nos llama y nos reúne en torno a si en este día de Pascua, nos
invita a dejar de lado el ajetreo de nuestras vidas y caminar junto a Él en
este rato de oración.
Simplemente unas ideas.
¿Cuánta Misericordia vemos en nuestras vidas? ¿Soy consciente de las
gracias diarias que el Señor me va regalando? Cada persona que nos encontramos,
una frase que leemos, un detalle material... Tantas y tantas cosas que en este
tiempo de Pascua el Señor nos regala sin medida.
La Pascua es el tiempo de la Misericordia, el tiempo en el que celebramos
con gozo y alegría exultante que el Señor nos ha salvado, que Cristo ha dado su
vida para redimirnos de nuestros pecados, que ya el pecado no tiene la última
palabra.
Pascua es ese tiempo de esperanza cierta y fe firme, eso no quita que
nuestra debilidad no siga apareciendo, pero ya tenemos en quien apoyarnos
cuando caemos, ya tenemos Alguien que está dispuesto a dar su vida por nosotros
para perdonarnos una vez más, sin medida. No perdamos la alegría de la Pascua.
La primera lectura nos habla, en última instancia, de la caridad para con
mi hermano. Siempre que leemos esta lectura tendemos a pensar que esos eran
otros tiempos, que ya no se puede hacer eso de compartirlo todo. Pero en el
fondo estamos evitando la pregunta que nos atormenta: ¿sería yo capaz de hacer
lo mismo? ¿De darlo todo para compartirlo todo?
Siempre nos reservamos cosas para nosotros, siempre queda algo que es
"mío" y que nos cuesta desprendernos de ello. Analicemos hoy eso ¿a
qué sigo atado? ¿Qué sería incapaz de dejar para los demás? Recémoslo hoy y
pongámoslo ante el Señor.
Porque el Señor en el Evangelio también nos hace un reproche, que todavía
pensamos demasiado en nosotros, que no entendemos. Pidamos luz para entender lo
que Él hoy nos quiere decir en el Evangelio. Que tenemos que nacer de nuevo,
ser como esos niños que viven la vida sorprendiéndose ante todo lo que
observan.
Pero nuestras almas viejas, curtidas en mil batallas espirituales ya se han
hecho mayores y nos creemos que somos maduros espiritualmente y no somos
conscientes de que la madurez está en ese "nacer de nuevo", ser como
niños, confiar más en el Señor que en nuestra propia debilidad, cerrar los ojos
y decirle "Señor, me fío, llévame donde quieras". Repitámosle esto
hoy en la oración: "Señor, me fío, llévame donde quieras".
Y, ya por último, reseñar que lo que dice la primera lectura de compartirlo
todo no sólo se refiere a lo material, sino también nos anima a compartir con
el hermano nuestras luchas y fatigas, nuestras opiniones y nuestra vida porque
"en el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo".
Ojalá sepamos vivir todos estos retos que el Señor nos lanza en este día,
se lo pedimos para terminar a la Virgen Nuestra Madre.