23 abril 2016. Sábado de la cuarta semana de Pascua – Puntos de oración

La primera lectura nos relata la acción del Espíritu a través de los apóstoles. Y nos cuentan algunas  reacciones, a favor y en contra, de la palabra recibida.
Vemos a estos primeros discípulos pasar de ser pescadores a apóstoles. Es como decir, salir del anonimato a actuar en nombre del Señor “Yo te haré luz de los gentiles”.
“Los que estaban destinados a la vida eterna creyeron”: esto nos puede animar-empujar para trabajar por dar a conocer al Señor. Hay corazones que SÍ están abiertos y ¡nos están esperando!
Y donde no se podía hacer fruto, o les rechazaban “sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad, y se fueron”. Muchas veces la respuesta no depende de nosotros, pero sí ir a otros y no lamentarnos de la derrota ¿nuestra?, ¡no!, pues rechazan al Señor. “Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo”. Hermoso fruto pascual que, ojalá se nos regale experimentarlo en estos días.
En el salmo se nos invita a cantar al Padre por la maravilla de la resurrección de su Hijo y, en Él, la nuestra. Y tenemos que reconocer que esa victoria nace de sus entrañas de “misericordia y su fidelidad”. Asimismo, nace el deseo de que a los confines de la tierra llegue ésta noticia de maravilla y sentido de la vida.
En el evangelio se nos muestra a un Felipe interesado por conocer al Padre, del que tanto les habla Jesús. Gracias a esta “ignorancia” del discípulo nos catequiza también a nosotros. Nos habla de esa unidad que se da en El (las obras y su filiación). El Señor da un paso más al decir que si realmente creemos en El, podremos hacer sus mismas obras. Si no fuese porque nos lo ha dicho, quedaríamos espantados. Además, esta confianza le da gloria cuando le pedimos algo a través de su Hijo.
Es para llenarse de confianza y amor esperanzado. ¡Qué Dios tan bueno tenemos!, nos ha regalado ser sus hijos en el Hijo, creyendo en Él, nos posibilita pedirle lo que deseemos y que nos sea concedido.
Vamos a preparar nuestra oración desde el corazón que supo creer, confiar y ser madre del Hijo. ¿Cómo le va a negar algo quien estuvo en su seno?, ¿Cómo va a dejar de interceder por mí que soy su hijo en el Hijo?  Podemos aplicar a la Virgen (respecto a nosotros) las palabras del Salmo; “se acordó de su misericordia y fidelidad”. Así lo recordamos en oraciones populares; “vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”, “Virgen fiel, ruega por nosotros”.

Con María y en ella proclamamos a los cuatro vientos; “aclama al Señor tierra entera; gritad, vitoread, tocad”.

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