1. Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz
y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y
rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios (EE 46):
“Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente
ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.”
2. Petición. Hoy es el domingo de la Divina
Misericordia, fiesta instituida por el Papa San Juan Pablo II. Pedimos por los
frutos del Año Jubilar de la Misericordia que comenzó el pasado 8 de diciembre
y que se cerrará el próximo 20 de noviembre.
3. Composición de lugar. (una imagen que nos ayude a
centrar la imaginación al hacer la oración): Jesús condesciende con el
incrédulo Tomás y le muestra sus llagas y le invita a tocarlas.
4. Puntos para orar: el 30 de abril del 2000 San Juan
Pablo II instituyó que el domingo segundo de Pascua se celebrase la Fiesta de
la Divina Misericordia. En la homilía de la misa que celebró ese día, en que
canonizó a Santa Faustina Kowalska decía el papa: “Así pues, es
importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de
Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la
Iglesia se designará con el nombre de "Domingo de la Divina
Misericordia".
Vamos a
intentar contemplar la deliciosa escena que nos muestra el evangelio de hoy
para profundizar algo en ella y acoger su mensaje:
Tomás era
apóstol elegido por Jesús. Un apóstol valiente y decidido que no se andaba con
remilgos, y que había lanzado el reto “vayamos y muramos con él” (Jn
11,16) cuando el resto de los apóstoles dudaba y no estaba muy por la labor de
acompañar a Jesús a Jerusalén viendo lo fea que se ponía la cosa. Y ahora es el
mismo Tomás el que duda. Debía de ser un racionalista de cuidado y aunque su
amor por el maestro era grande, tenía una “cabeza fría” y no se dejaba llevar
por la opinión del grupo y por lo que quizá consideraba un delirio de sus
compañeros. Por lo menos suspendía el juicio y se resistía a creer algo tan
extraordinario si no le daban pruebas palpables. Y Tomás no cree y además hace
alarde de ello: “si no veo en sus manos la señal de los clavos y no
meto el dedo en su costado, no lo creo.” Es decir, que a él no le
valían los razonamientos teológicos sino que quería basar su fe en la
experiencia directa. Más que un racionalista, era un empirista. Pero sin
embargo el grupo acogió y soportó la incredulidad de Tomás. No le largó a las
tinieblas exteriores del cenáculo. Le aguantaron como era, con sus comentarios
llenos de escepticismo, y soportaron su presencia molesta y que no pegaba en el
ambiente creyente y entusiasta del resto de los apóstoles y discípulos. Y es
que después de la Resurrección y aunque no ha sido enviado aún el Espíritu
Santo, los discípulos ya proceden con la caridad de Cristo y no con las
rencillas que se ven en escenas anteriores sobre quién es el que más o el que
menos. Y es una lección para nosotros, los discípulos de Cristo actuales, de
acoger y tener plataformas de amistad o como queramos llamarlas, para acoger a
los que tienen una fe vacilante o incluso a los que no creen pero que están
unidos a nosotros por una amistad que no excluye a nadie. Y confiar en que
Jesús se aparecerá. Porque Jesús tiene sus propios planes de conquista para
cada increyente por muy recalcitrante que sea. Y a Tomás le buscó en el
cenáculo, en el ambiente atractivo del grupo de apóstoles que era donde él
quería estar, aunque no sabemos por qué no estaba el domingo anterior, que era
el que no debía de haber faltado. Pero Jesús no se deja ganar en paciencia en
la conquista de las almas. Y Tomás, el empirista, no se cerró cuando vino la
evidencia, sino que tuvo el privilegio de oír la invitación a tocar las llagas
del Señor. Y no sabemos si se atrevió a hacerlo, pero gracias a su cabezonería
sabemos que Jesús conserva sus llagas en su cuerpo resucitado y que no tiene
inconveniente en mostrarlas, y que la misericordia que mostró con Tomás la
quiere mostrar con nosotros cuando nos emperramos en no creer en su evangelio.
Y Jesús también nos llama bienaventurados a los que no necesitamos verle para
creer en él. Y todo gracias a Tomás, el creyente, que creyó al final en la
divinidad de Cristo al ver “solo” a Jesús resucitado, y a la misericordia del
Señor que espera el momento oportuno para llevar a la fe a cada uno cómo él
sabe que es mejor.
5. Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con la Virgen. Avemaría.
6. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el
rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo
conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o
dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al
hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.
7. Enlace para ver una película en español
sobre la vida de Santa Faustina Kowalska (1905–1938), religiosa polaca, apóstol
de la Divina Misericordia:https://www.youtube.com/watch?v=EcPeeMxqKjk