En este día de gozo por la resurrección del Señor, al comenzar nuestra
oración, podemos pedir a la Virgen María, maestra oración, que nos ponga junto
a su Hijo y así mirándole nos dispongamos a entablar un dialogo de amistad con
Jesús. San Ignacio, en la primera contemplación de la cuarta semana que es
sobre la aparición de Cristo resucitado a su madre pide al ejercitante que
considere el “oficio de consolar que trae Cristo nuestro Señor, comparando
cómo un amigo suele consolar a otro”.
“Los sumos sacerdotes, los ancianos y los letrados estaban sorprendidos”.
Así comienza el texto de los Hechos de los Apóstoles que corresponde a la
primera lectura de la misa de hoy. ¿De qué estaban sorprendidos? De ver el
aplomo –la seguridad y la firmeza- de los Apóstoles Pedro y Juan porque eran
gente inculta, sin letras ni instrucción. Los Apóstoles estaban
ante el Supremo Consejo de Israel y sin miedos hablaban claramente de Jesús
como Mesías, y es que estaban ya confirmados por el Espíritu Santo. Y también
se sorprendían al ver de pie junto a ellos al hombre lisiado de nacimiento que
se ponía junto a la puerta Hermosa del templo. No encontraban respuesta porque
estaban llenos de prejuicios sociales y religiosos. No querían ver lo evidente:
que curar a un enfermo es bueno aunque sea en nombre de un tal Nazareno. Ellos
no veían pero el pueblo entero daba gloria a Dios por lo sucedido.
El Evangelio de san Marcos recoge distintas apariciones del Resucitado,
recogidas en los otros evangelios. Al meditarlas todas juntas nos podemos dar
cuenta mejor de algunas cosas:
- Que Jesús eligió a los que quiso para que fueran sus testigos y lo hizo
con criterio nada “correcto políticamente”. Primero una mujer que había tenido
siete demonios. Luego un grupo de pescadores miedosos y dos discípulos
desencantados que ante las dificultades prefieren marcharse a Emaús. ¡Las
maneras de Dios!
- La fe en la resurrección no fue
fácil para los apóstoles ni para los discípulos. Tampoco lo es para nosotros.
Las dudas acompañan siempre a la fe, a veces de manera terrible. Nuestro
querido Abelardo nos decía muchas veces que somos incapaces de alcanzar la fe
en la Resurrección sin que Dios nos la regale. Recojo unas palabras suyas de
una meditación de Pascua: Necesitamos el gozo de la Resurrección si
queremos que realmente aumente la vida divina en las almas, para el crecimiento
interior de la Iglesia. Necesitamos la fuerza del Espíritu Santo que nos quite
miedos, incertidumbres, que dé generosidad a nuestros corazones, fuerza para
alcanzar olvido total de nosotros mismos, celo por las almas, un fuego que nos
incendie y que nos abrase, inquietud, compasión por el mundo sufriente que nos
rodea. Somos incapaces de alcanzar todo esto, y necesitamos que Dios lo traiga
a nuestras almas.
Y al final del evangelio de hoy, Marcos recoge las palabras de Jesús con
las que envía a todos a la Misión: Id al mundo entero y predicad el
Evangelio a toda la creación. El envío misionero va inseparablemente unido
el encuentro con el Señor, a la fe en el Resucitado. Y envía a todos sus
discípulos, no solo a los encargados (Apóstoles) sino a todos los bautizados.
En esta versión de Marcos llama la atención que el envío es a toda
la creación. Podemos ver una intención ecológica si pensamos que los
cristianos tenemos una especial responsabilidad en cuidar la casa común, pues
la creación entera también ha quedado redimida. Hay que “dejar brotar todas las
consecuencias del encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que
nos rodea” (Laudato Si nº 217).