1. Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz
y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y
rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios (EE 46):
“Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente
ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.”
2. Petición. Hacemos nuestra la oración colecta
de la misa en la memoria de san Juan Crisóstomo (349–407), obispo de
Constantinopla, cuya vida estuvo llena de persecuciones y destierros por causa
de su celo en la predicación y por su amor a la verdad: “Oh, Dios,
fortaleza de los que en ti esperan, que has hecho brillar al obispo san Juan
Crisóstomo por su admirable elocuencia y su fortaleza en la tribulación, te
pedimos que, instruidos por sus enseñanzas, nos fortalezca el ejemplo de su
invencible paciencia.” Pedimos también por los que están haciendo o
han hecho ejercicios espirituales en estos días al empezar el curso, como los
seminaristas de la diócesis de Getafe.
3. Composición de lugar. (una imagen que nos ayude a
centrar la imaginación al hacer la oración): Jesús predicando las
bienaventuranzas a sus discípulos.
4. Puntos para orar:
Hoy la
iglesia nos propone el texto del evangelio de Lucas capítulo 6: las
bienaventuranzas.
Todos los
hombres tenemos la tendencia innata a la felicidad. Buscamos ser felices y esa
búsqueda orienta toda nuestra vida de forma muchas veces inconsciente. Si
renunciamos a buscarla caemos en la desilusión vital y nos podemos instalar en
el cinismo o en la falta de aliciente para vivir.
Como pasa
también con la conciencia, todos los hombres tenemos esa brújula interna que
tiende a orientar nuestros actos en determinada dirección: nos dirigimos hacia
donde vemos que podemos encontrar felicidad. La búsqueda de la felicidad por
tanto nos orienta la vida. La esperanza cristiana nos orienta a la felicidad
completa del cielo. Pero en el día a día muchas veces la brújula no la tenemos
bien orientada pues en este mundo en que vivimos las influencias en este campo
son muchas veces contradictorias y andamos perdidos. Nos “pegamos” como los imanes
a cualquier trozo de chatarra que es al final lo que no queremos y que sabemos
por experiencia que nos ofrece una felicidad engañosa y efímera. Pero no
podemos vivir sin buscar la felicidad.
Cristo,
modelo de hombre, vino a ofrecernos el verdadero norte que tiene que buscar esa
brújula. Y al decir por donde andaba la felicidad, es decir, al decir en qué
situaciones los hombres se pueden considerar verdaderamente felices en este
mundo, nos transmitió las bienaventuranzas. Y las bienaventuranzas, no son solo
las del sermón de la montaña, sino también las que se conservan en otros
pasajes del Nuevo Testamento. Cómo ejemplo de esto San Pablo nos transmite la
tradición de que Jesús decía “hay más dicha en dar que en recibir” (Hechos
20, 35), es decir, bienaventurados los que dan.
Y la vida de
Jesús es el camino para nosotros “Yo soy el camino y la verdad y la
vida” (Juan 14,6). Y él es el camino hacia la felicidad que todos
anhelamos y buscamos sin darnos cuenta. Y las bienaventuranzas son como facetas
que podemos descubrir en Jesús y que él ha andado antes que nosotros: es limpio
de corazón, manso y humilde, pobre de espíritu, ha tenido hambre y sed, ha
conocido las lágrimas, ha sido perseguido como infame por causa de la verdad,…
Podemos en el
rato de oración de hoy repasar las bienaventuranzas que nos propone el
evangelio y poner al lado el ejemplo de Jesús para cada una de esas
bienaventuranzas. E imaginar a Jesús que nos dice como a los apóstoles al
encontrarlos en el lago al principio de su predicación: “sígueme”.
O como a Pedro tras la aparición en el lago que le dice: “tú sígueme”.
Y ese seguir a Jesús es andar por el camino de las bienaventuranzas, camino
estrecho por el que entran pocos pero que lleva a la felicidad y a la vida
eterna.
5. Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con la Virgen. Avemaría. Estos días de septiembre al Padre
Morales le gustaba decir que era la semana más mariana del año pues está llena
de fiestas de la Virgen: el día 8 (Natividad), el 12 (Dulce Nombre) y el 15
(Virgen de los Dolores). Recordar que hoy también se cumplen 100 años de
la aparición de la Virgen el 13 de septiembre de 1917 en Fátima. En aquella
aparición la Virgen insistió en pedir el rezo asiduo del Rosario y prometió que
un mes después haría un milagro ante todos los reunidos en Fátima.
6. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el
rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo
conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o
dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al
hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.