En este día que conmemoramos
a San Vicente de Paúl, que nace en un pueblo de Gascuña cerca de Dax por donde
regresamos este verano de la Travesía-Peregrinación a Lourdes los
universitarios, gracia extraordinaria para todos los asistentes, con la que la
Virgen nos ha marcado de forma especial en esos días cruzando los Pirineos con
sus praderas y ganados, sus picachos y glaciares, en familia; con esos ratos de
silencio contemplado majestuosas crestas vigilantes sobre glaciares que se iban
desplomando dando sus aguas a los lagos y entre bosques de hayas
caminando hacia la Gruta, donde Santa María nos esperaba para entregarle
el corazón y que hiciera con él otro Jesús como en la Cruz: lo primero
que hicimos al llegar, directos a la Gruta. No era para menos, agradecer lo
bien que había ido todo. Nos hacía crecer en la entrega como militantes.
Aspiraba a cargos y beneficios este
santo, pero la vida le lleva por otros derroteros hasta ser cautivo por piratas
de la Berbería que se dedican a la captura y venta de esclavos, empieza su
cambio de forma de pensar. Va ser cuando le llamen para confesar a un
moribundo, se dé cuenta de la falta de atención de las gentes de los pueblos y
pasarán los años con dificultades, hasta que se convierta y fundará la
Congregación de la Misión y las Hijas de la Caridad, porque el Señor quiere que
“los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Cosa que
descubre con la oración y la entrega incondicional a la voluntad del Señor.
Nos llama a la misión, nuestra oración
mañana debe ser misionera, nuestra vida es misión, que Dios nos llama, que no
le escuchamos porque no hacemos silencio. En el silencio, cuando estamos
desprendidos de todo, quiere enviarnos, y nos llama. S. Juan Pablo II en
la “Redentor Missio”: “El verdadero misionero es el santo”-decía-para ello tres
pilares: la oración, la entrega y la misión.
La oración: miremos a la que hace Esdras
ante su situación. Tú también tienes una situación, “Dios mío, estoy
avergonzado y confundido; no me atrevo a levantar mi rostro hacia ti” Y
va describiendo lo que ocurre con el pueblo. También tú y yo tenemos una
situación similar en nuestro trabajo, estudio, en este momento en el que nos
encontramos que Él bien conoce, sabe cuál es el remedio quiere
concedértelo para que tú recibiéndolo en tu interior en la oración lo transmitas
siendo Jesús para ellos, lo esperan de ti. En la oración Él está a la
puerta y llama, quiere que le abras y también le escuches que te quiere hablar.
No ocupes todo el tiempo, haz silencio: “Háblame, dime qué tengo que
hacer”, déjale un espacio.
La entrega: Bendito sea Dios que vive
eternamente, dice el salmo y dadle gracias y ensalzadle, aunque también en el
salmo nos dice que “El azota y se complace, hunde en el abismo y saca de
él y no hay quien escape de su mano” y más abajo repite “El nos azota por
nuestros delitos pero se complacerá de nuevo” Y aunque esto se refiere al
pueblo, también ocurre en cada uno, que caminamos entre tribulaciones y
consolaciones, pero el que confía siempre alaba, bendice y da gracias
porque sabe de quien se ha fiado, a quien se ha entregado.
La misión: también la oración tiene que
acabar con un envío. Lo tenemos en el Evangelio: “Les envió a proclamar
el reino de Dios y a curar los enfermos” Les recomienda que no lleven
botiquín, pues no os preocupéis de lo que tenéis que llevar ni lo que
tenéis que hacer o decir, pues aquello que en la oración se
nos da por el Espíritu es lo que tenemos que transmitir, pues
nada tenemos que no hayamos recibido, porque nadie da lo que no tiene, y
ese tesoro escondido, que hemos encontrado, es lo más valioso que podemos
dar a los demás.
Acabamos con a antífona de entrada de la
misa: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha
enviado a evangelizar a los pobres y a curar a los contritos de corazón”. No
nos lo acabamos de creer que somos elegidos, ungidos y enviados, pero es
por nuestra falta de fe, si profundizáramos en nuestra oración, “atalaya
donde se ven verdades”, saldríamos ardiendo y enamorados. Se lo pidamos a la
Virgen en este mes tan mariano, nos conceda esa merced de ser ardientes y
enamorados militantes.