26 septiembre 2017. Martes de la XXV semana del T. O. – San Cosme y San Damián – Puntos de oración

El salmo que nos presenta la liturgia de este día es un canto a Jerusalén, que no solo representa la ciudad celeste, sino también la ciudad terrena, en medio de la cual se desarrollan nuestras vidas. Y por ello traemos a nuestra consideración aquellas palabras de Jesús a sus discípulos: “Permaneced en la ciudad, hasta que seáis revestidos con la fuerza que viene de lo alto… Los discípulos volvieron a Jerusalén con gran alegría” (Lc 24, 49). 
Es en la ciudad donde nuestra vocación laical nos ha colocado, y de donde “no nos es lícito desertar” (Carta a Diogneto). Es ahí, en medio de la ciudad, donde recibiremos la luz y la fortaleza de lo Alto. En Jerusalén, la ciudad de las tres culturas, símbolo de cualquiera de las ciudades o pueblos en los que nosotros, los bautizados, habitamos siendo para todos el alma invisible de un cuerpo material y visible. 
Permanecer en la ciudad. Y puedo huir de ella no sólo alojándome en parajes extraños o solitarios, sino renunciando al trato social, renunciando a anudar lazos de amistad con cuantos me rodean, renunciando a aportar a familiares, vecinos y compañeros aquello que llevo en mi interior y da sentido a mi vida. 
Reto, por otra parte, de estar inmersos en la ciudad, pero sin ser conquistado por sus atractivos, por sus reclamos a ser “uno más”, mero juguete de pasiones, marioneta de poderes económicos, políticos o ambientales. 

Así descubriremos, como Jacob, que «Verdaderamente Dios estaba en este lugar y yo no me di cuenta. ¡Es nada menos que la Casa de Dios y Puerta del Cielo!»” (Gen 28, 16).

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