Exaltación significa “gloria que resulta
de una acción muy notable”. Cuando hablamos de la cruz estamos, nada menos, que
resaltando la acción más sublime de la historia humana, que es la redención del
mundo. La cruz, por sí misma, no tendría por qué ser exaltada, es más, se trata
de un instrumento de tortura y muerte que debería ser denigrado y detestado
como lo era en la época romana, patíbulo de los condenados.
Pero Jesucristo se abrazó a ese madero
cruel para obrar la misión que el Padre le tenía preparada, salvar al género
humano. Por eso nosotros exaltamos la cruz, porque se ha convertido en el signo
de nuestra liberación, en el signo del mayor amor que haya podido manifestarse
en la tierra: Cristo dio la vida por cada uno de nosotros.
Así como una serpiente se elevó sobre un
estandarte para curar a los picados de serpiente en el desierto, así como
Cristo fue elevado a la cruz para curarnos de nuestro pecado, así, nosotros
ahora, podemos meditar en la exaltación de la cruz como la forma de elevar a
Dios nuestras miserias, nuestras enfermedades morales, nuestros pecados,
nuestras tendencias negativas, para que las cure. Si miramos con atención la
cruz en la oración de hoy seremos curados de tantas quejas que decimos por
cualquier tontería, de tantas vanidades de las que nos dejamos llevar, de tanto
orgullo malsano que nos pone a nosotros por delante de los demás, de tanta
pereza para amar…
Si hoy miramos a la cruz y nos dejamos
mirar por el Cristo que está en ella puede cambiar nuestro día, y nuestra vida.
Mira la imagen que te adjuntamos, es la del Cristo de la capilla de Santiago de
Aravalle. Todavía vivo con los ojos abiertos, todavía sin la herida del
costado. Es un Cristo obrando la redención, todavía no ha completado la obra…
Nosotros estamos en el mismo punto, caminamos por esta vida siendo
continuadores de esa obra. Nos sentimos compañeros de Cristo. Nos queremos, de
alguna forma, clavar en la cruz con él, para consolarle y para decirle que
cuente con nosotros… pero que nos ayude.