Empecemos nuestra oración, en este sábado,
día dedicado a María, poniéndonos en la presencia del Señor y pidiéndola a ella
que nos ayude en nuestra oración, que nos meta en su corazón.
Las lecturas de hoy, como siempre,
tienen mucho jugo. En la primera san Pablo da a sus discípulos tesalonicenses
dos recomendaciones para promover el amor mutuo: Trabajar para ganarse el pan,
y no depender excesivamente de otros. Así permaneceremos tranquilos, esperando
la venida del Señor, sin ningún temor.
“Acerca del amor fraterno no hace
falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los
otros. Como ya lo hacéis con todos los hermanos de Macedonia. Hermanos, os
exhortamos a seguir progresando: esforzaos por mantener la calma, ocupándoos de
vuestros propios asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo
tenemos mandado.”
Cultivar el amor fraterno no siendo una
carga para los demás, sino un alivio, un consuelo, una esperanza, ayudando en
todo lo que podemos y a todos los que podamos.
Así podremos escuchar las palabras del Señor
en el Evangelio:
"Muy bien. Eres un empleado fiel
y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa
al banquete de tu señor."
Jesús nos habla en esta parábola, tan
conocida, de lo que hacemos por el reino de Dios con los dones y talentos que
hemos recibido.
¿Hacemos con ellos, por decirlo así, una
inversión de nosotros mismos?, ¿tomamos riesgos, nos involucramos? ¿O buscamos
una decepcionante seguridad personal en nuestras pequeñas prácticas religiosas
o en nuestros “asuntos”?
Que santa María nos enseñe a poner
nuestros dones, como ella, al servicio de los demás. Pidámoselo con corazón
generoso.