¡Muchacho, a ti te lo digo, levántale!
Nos ponemos en la presencia de Dios,
reservamos unos minutos para hacer un encuentro reservado. Bien en
la capilla, sala, caminando en medio de la naturaleza y hasta en los medios de
transporte.
Dios no podrá entrar y poseer el alma si
ésta no está quieta. Paz interna, receptividad; Dios, que es quietud y
silencio, entrará en contacto con el alma que se le asemeje, por eso la quietud
constituye la base de este encuentro. La contemplación es aquí ejercicio
necesario de pasividad y quietud; para que Dios more en el alma hay que superar
una primera fase, la del discurso y la meditación. Se le recomienda alma que
persevere en el camino interior a pesar de las sequedades y que no desfallezca,
ni tema, a pesar de las tinieblas. La paciencia, la perseverancia y la fe viva
son sus apoyos.
Hoy festividad de San Jenaro (305):
patrono de Nápoles, es un santo obispo mártir para las iglesias católica y
ortodoxa. Fue obispo de Benevento en el siglo III y, de acuerdo con la
tradición, se llamaba Prócoro y pertenecía a la familia Patricia de los
Lanuarii consagrada al Dios Jano. Fue condenado a muerte durante las
persecuciones a los cristianos del emperador Diocleciano.
San Pablo nos hace una reflexión de cómo
tenemos que ser en la vida: personas integras. Que seamos ejemplo vivo para los
demás.
Andaré con rectitud de corazón, nos dice el salmo.
Muchacho levántate, a ti te lo digo
levante, mira que eres joven levanta tus dones no dejes que roben la luz de tu
fe. Cuántas veces he escuchado esta
canción de Rogelio Cabado. Cómo vería Jesús a la madre de este joven
para devolverle la vida.
Cuánto sufrimiento en muchas familias,
cuando fallece un hijo joven…
Cristo nos dice de muy diversos
modos ¡levántate! cada vez que nos ve caídos o apesadumbrados
por el embate de la vida. En realidad, el muerto de este evangelio, como todos
los cojos, ciegos y leprosos, somos nosotros, pues hay muchas dimensiones de
nuestra vida, muchísimas, que apenas viven o tienen una existencia tibia y
mortecina. Con frecuencia estamos postrados en el camino de la vida
–desanimado, escéptico, lleno de incertidumbres y de sospechas que nos
envenenan–. La vida, el Dios de la vida, sale entonces al paso si se lo
permitimos. Y nos levanta para, como en este texto del evangelio, devolvernos a
la madre, es decir, reintegrarnos a la vida. Todo el que ayuda a vivir a otros,
todo el que es una ocasión para que los otros se levanten de su sueño de muerte
es, de un modo u otro, un profeta.
Recemos a Jesús. Pongamos los ojos en
alguien (amigo, alumno, familia); que durante el curso le ayudemos a
descubrir el camino para ser feliz y llevarlo a Jesús. Estamos comenzando
el curso escolar; que haga buenos propósitos con la ayuda de Jesús y
María. Es muy propio del sabio obrar mucho y hablar poco.