19 septiembre 2017. Martes de la XXIV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

¡Muchacho, a ti te lo digo, levántale!
Nos ponemos en la presencia de Dios, reservamos  unos minutos para  hacer un encuentro reservado. Bien en la capilla, sala, caminando en medio de la naturaleza y hasta en los medios de transporte.
Dios no podrá entrar y poseer el alma si ésta no está quieta. Paz interna, receptividad; Dios, que es quietud y silencio, entrará en contacto con el alma que se le asemeje, por eso la quietud constituye la base de este encuentro. La contemplación es aquí ejercicio necesario de pasividad y quietud; para que Dios more en el alma hay que superar una primera fase, la del discurso y la meditación. Se le recomienda alma que persevere en el camino interior a pesar de las sequedades y que no desfallezca, ni tema, a pesar de las tinieblas. La paciencia, la perseverancia y la fe viva son sus apoyos.
Hoy festividad de San Jenaro (305): patrono de Nápoles, es un santo obispo mártir para las iglesias católica y ortodoxa. Fue obispo de Benevento en el siglo III y, de acuerdo con la tradición, se llamaba Prócoro y pertenecía a la familia Patricia de los Lanuarii consagrada al Dios Jano. Fue condenado a muerte durante las persecuciones a los cristianos del emperador Diocleciano.
San Pablo nos hace una reflexión de cómo tenemos que ser en la vida: personas integras. Que seamos ejemplo vivo para los demás.
Andaré con rectitud de corazón, nos dice el salmo.
Muchacho levántate, a ti te lo digo levante, mira que eres joven levanta tus dones no dejes que roben la luz de tu fe. Cuántas veces he escuchado esta canción de Rogelio Cabado. Cómo  vería Jesús a la madre de este joven para  devolverle la vida.
Cuánto sufrimiento en muchas familias, cuando fallece un hijo joven…
Cristo nos dice de muy diversos modos ¡levántate! cada vez que nos ve caídos o apesadumbrados por el embate de la vida. En realidad, el muerto de este evangelio, como todos los cojos, ciegos y leprosos, somos nosotros, pues hay muchas dimensiones de nuestra vida, muchísimas, que apenas viven o tienen una existencia tibia y mortecina. Con frecuencia estamos postrados en el camino de la vida –desanimado, escéptico, lleno de incertidumbres y de sospechas que nos envenenan–. La vida, el Dios de la vida, sale entonces al paso si se lo permitimos. Y nos levanta para, como en este texto del evangelio, devolvernos a la madre, es decir, reintegrarnos a la vida. Todo el que ayuda a vivir a otros, todo el que es una ocasión para que los otros se levanten de su sueño de muerte es, de un modo u otro, un profeta.

Recemos a Jesús. Pongamos los ojos en alguien (amigo, alumno, familia); que durante el curso  le ayudemos a descubrir el camino  para ser feliz y llevarlo a Jesús. Estamos comenzando el curso escolar; que haga buenos propósitos con la ayuda de Jesús y María. Es muy propio del sabio obrar mucho y hablar poco.

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