4 septiembre 2017. Lunes de la XXII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Empezamos nuestra oración siendo conscientes de la presencia de Dios en nosotros. Si potenciamos esta idea al inicio de la oración ya tendremos hecha gran parte de ella. En este mes tan mariano, por el número de fiestas de la Virgen que hay en él, no olvidemos invocarla y pedirle que nos meta en el corazón de Dios. Y de la mano de Santa María haremos la meditación de las lecturas que hoy ofrece la Iglesia, pues nos transmiten una virtud que Ella practicó siempre. Se trata de la virtud de la esperanza.
De la primera lectura se puede denotar claramente la situación por la que atravesaban los cristianos de Tesalónica. Su fe se había debilitado. La realidad palpable de la muerte siempre ha sido difícil de asumir, también lo fue para los primeros cristianos. Estaban preocupados por la suerte de los que habían muerto y, por lo tanto, por su propia suerte después de muertos. Ese tránsito a lo desconocido, pasar a un estado del que no se tiene experiencia sensible, nos puede descolocar si lo miramos sin fe. A nosotros nos puede pasar lo mismo. Nos podemos plantear la pregunta de manera personal: ¿Vivo con esperanza? o si quieres: ¿Me fío de Dios? ¿Lo espero todo de Él?... ¿Me empeño mucho en tener todo bajo control, como si todo dependiera de mí?... A los tesalonicenses, Pablo les anima diciendo: “Si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él… Y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras”Pablo tuvo una experiencia con el Resucitado y se convirtió así en signo de esperanza, igual que la Virgen. Muchos de nosotros también hemos tenido esa experiencia, quizá hace poco en Ejercicios Espirituales durante el verano, pero con el pasar de los días, los meses y los años, se nos va enfriando el amor, se debilita nuestra fe. Hoy es momento de renovar ese amor que encuentra como única fuente para su desarrollo a la esperanza.

Abramos la puerta a la esperanza. Jesús es nuestra esperanza: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor”. Escucha al Señor diciéndote: “Hoy se cumple esta Escritura que acabas de oír”. Hoy es momento de volver a empezar, de ser nueva creación, de renacer en Él.

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