2 febrero 2018. La Presentación del Señor – Puntos de oración

De las “Semblanzas” del padre Morales, recordando su doctrina y su espiritualidad en esta gran fiesta del Señor y de la Virgen, primera de nuestras celebraciones en este año jubilar.
“Para captar la significación profunda de esta fiesta hay que situarla en la perspectiva de las solemnidades que integran el ciclo de la Encarnación dentro del Año Litúrgico: Navidad, Epifanía, Presentación.”
“Navidad es luz que en bella y poética progresión va desplazando las tinieblas. El 25 de diciembre, "la Luz brilló en las tinieblas". Entonces fueron muy pocos los que la recibieron: la Virgen, José, los pastores. En Epifanía, la Luz envolvió a Jerusalén, la Iglesia. Los Magos, pioneros nuestros en la fe, adoran al Niño-Dios. Hoy, en la Presentación, la Luz arde en brazos de la Virgen. Ella la entrega a Simeón, a la Iglesia, a cada uno de nosotros.”
“La Purificación es María dándonos a Dios, poniéndolo en nuestros brazos, haciendo su papel de Madre de la Iglesia. Lo inició con pastores y magos, lo repitió con Simeón y Ana, lo realiza con cada uno en este día delicioso. Dejémosla que lo haga. Está deseándolo, pero quiere respetar nuestra libertad. Abramos de par en par nuestros brazos. Ella depositará a su Hijo divino en nuestro corazón.
“La Virgen ofrece a Jesús una fe despojada de toda inquietud y de toda complacencia humana. Una fe que nace de la incomparable pureza de su amor. Contemplemos embelesados la escena. Ha llegado al templo. Está cerquita de S. José. Estémoslo también nosotros. "Personas de oración -dice Sta. Teresa-, siempre le debían ser aficionadas. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso santo por maestro, y no errará el camino" (Vida, 6,8).
María levanta al Niño en sus brazos. Lo eleva al cielo entre sus manos maternales. Ofertorio emocionante. Durante nueve meses Ella ha sido copón virginal que misteriosamente guardaba a Cristo. Sus entrañas purísimas, sagrario amoroso en que lo veneraba. Ahora es custodia, ostensorio. Lo muestra a la adoración de todos. Es el primer ofertorio del mundo. Sus manos son patena inmaculada que ofrece al Padre la Hostia Pura. Preludiando millones de ofrecimientos, dirá: "Recibe, Padre santo, Dios Todopoderoso y Eterno, esta Inmaculada Hostia, Jesucristo". El corazón se le escapa hacia el cielo. Sus ojos, fijos en la altura, ven cara a cara a Dios Padre. Uno de esos momentos de su vida en que, al decir de muchos teólogos, vio a Dios como si estuviese ya en el cielo.
Así, extasiada, ofrece a Jesús. Lo que más quiere, lo único que ardientemente ama. Y lo ofrece para sufrir. En seguida oirá a Simeón: "Será ruina y resurrección en Israel, signo y bandera de contradicción". Un ofertorio amoroso lleno de lágrimas. La Virgen, con el corazón traspasado, eleva en sus manos la Hostia Santa. El Varón de dolores de Isaías, destrozado por nuestros crímenes, baña en lágrimas los ojos de María.
Y Ella se ofrece con Él y en Él. No puede separarse. Identifica para siempre su suerte con Jesús. La Virgen es modelo de nuestros ofertorios. No podemos dejarle solo ofrecerse en la Misa. Ángela de Foligno no acertaba a participar en el Santo Sacrificio, sin que se desarrollase su espíritu de entrega e inmolación. María sabe lo que le espera... Se ofrece con prontitud y generosidad. Con Él y en Él, la mañana del día de la Purificación, dará a Dios Padre, en unidad con el Espíritu Santo, todo el honor y toda la gloria para salvación del mundo.

La Virgen nos ofrece ¡con qué indecible amor! Triple y única ofrenda: Jesús, Ella, nosotros. Única a los ojos del Padre que contempla toda la Familia Iglesia.”

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