28 febrero 2018. Miércoles de la II semana de Cuaresma – Puntos de oración


Aunque soy hijo de Dios de manera especial por el Bautismo, quiero vivirlo y sentirlo. Al inicio de este día, en su presencia, le doy gracias por el nuevo día que me regala. Además, seguramente gozo de salud, y si ando un poco flojo, también le doy gracias porque le necesito y le quiero sentir un poco más cerca en este día. De encontrarle en las personas con las que me encuentre en este día.
Así comienza la oración de entrada en la Eucaristía de este día. Vamos a fijarnos en ella:
“No me abandones, Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven a socorrerme, Señor mío, mi fuerza y salvación” (Sal 37, 22-23).
Este salmo parece que me pertenece. Es una súplica constante. Cada día que pasa descubro mi dependencia absoluta de Dios. “Sin mí, nada podéis hacer”. Lo he experimentado en muchas ocasiones. Y ahora que estamos en los primeros días de Cuaresma noto que el Señor me pide un poquito más. Tengo que crecer, por tanto, me tiene que podar
Que me prepare para esta poda necesaria. El objeto de la poda es cortar y quemar las ramas secas. Los parásitos, (chuparon la savia) y fueron los causantes de la muerte anticipada de las ramas... Y, por otra parte, el Señor me poda para que dé más fruto en el momento de la cosecha.
Me cuesta aceptar esta poda, esta purificación. No hay que buscarla. Viene sola. Sólo se me pide no escaparme, dejarme podar. Pero me quejo porque siento dolor cuando me tengo que desprender de ciertos apegos, o afecciones desordenadas como nos recuerda con frecuencia san Ignacio de Loyola en sus EE.
Por esta razón, voy a recitar muy despacio esta oración:
  • No me abandones, Señor, Dios mío
  • No te quedes lejos. Quiero sentirte a mi lado.
  • Ven a socorrerme. Paso momentos de tristeza, de desaliento…
  • Señor, mi fuerza y salvación. Sin ti no puedo hacer nada.

Quiero sentirme hijo, porque o soy. Si soy tu hijo es que tú eres mi Padre. Entonces ¿por qué me preocupo de tantas cosas que pasan por mi imaginación.
Y, para terminar, pongo en labios de María, esta frase de Jesús, este otro texto antes de recitar el Evangelio de este día:
“Yo soy la luz del mundo, el que me sigue tendrá la luz de la vida”

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