27 febrero 2018. Martes de la II semana de Cuaresma – Puntos de oración


“Dios en ti” es un libro que se acaba de publicar donde se recogen las enseñanzas de los grandes de la mística renana (del Rin, Alemania) el maestro Eckert, Suso y Taulero anteriores a los místicos españoles del s. XVI. Podemos empezar nuestra oración en la presencia de Dios, repitiendo la oración de san Ignacio: “Que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean encaminadas en servicio y alabanza de ti Señor”, para pasar inmediatamente a poner en nuestro corazón estas tres palabras con las que hemos empezado estos puntos: “Dios en ti” y reflectir sobre mí para sacar tan gran provecho: “Dios en mi”. Bastaría esto para tener un buen y grande rato de oración, pensando que Dios mora en ti, en mí, en todos los hombres y dejarle a Él que haga nuestro rato de oración.
Y lo podemos arrancar con las ideas que nos daba el Papa en días pasados al comentar en su audiencia, La Eucaristía, al hablar de la Liturgia, nos decía que debemos hacer oración con las oraciones de la Liturgia de la Misa:
Así hoy nada más empezar nos dice: “Da luz a mis ojos para que no me duerma en la muerte, para que no diga mi enemigo: “Le he podido” (Sal 12,4-5). La muerte es el pecado. Estamos en tiempo de conversión, “este es el tiempo aceptable” nos dirá san Pablo, ¿para qué? Para convertirnos, enderezar nuestros caminos, nuestros pasos torcidos. Y la muerte, el pecado, nos viene por la pereza, nos cansamos de todo, lo hacemos con rutina, como mercenarios, funcionarios a sueldo y Dios no entiende de sueldos, sino de gloria y de vida eterna. De soberbia, la queja es una forma de soberbia, de desconfianza, de indiferencia, falta de interés en el trabajo, en el estudio, estudiando ahora más cuando menos ganas tengo, cuidando el horario detrás del cual está la voluntad de Dios y “Dios en ti”.
Por eso “Da luz a mis ojos, Señor…” porque “el que sigue el buen camino verá la salvación de Dios” (Sal49) Solo con la Luz del Señor podemos seguir su camino, solo si “ÉL está en ti” puedes caminar seguro, cumplir tus tareas,  no quejarte, transmitir alegría, la alegría del que va dentro de  ti, al que haces presente en este rato de oración para que luego lo siga  estando durante el resto del día y dodos los días  en todo tiempo y lugar.
“Santifícanos, Señor, purifícanos de nuestros vicios y pecados, condúcenos con tu luz que desde dentro nos empuja hacia los bienes del cielo”.
La Virgen nos acompaña en esta travesía de la Cuaresma y pone en nosotros esos deseos de conversión, como lo haría con Jesús cuando se retiró al desierto a orar y fue tentado para que, así como El venció al enemigo, podamos vencerlo con su ayuda y con la seguridad de que lo llevamos siempre dentro por pura gracia suya.

Archivo del blog