Empezamos nuestra oración pidiendo la asistencia del Espíritu Santo,
ya que sin Él no podemos orar (“Señor, enséñanos a orar”). Además, puede sernos
muy útil pedir ayuda a los santos a los que tenemos especial devoción: yo por
mi parte sería incapaz de comenzar la oración sin estar muy cerquita de la
Virgen María, de San José, y de San Ignacio de Loyola.
1ª lectura
y salmo:
- Una idea:
Aunque la primera lectura pueda parecer un poco derrotista, o pesimista (al
principio), pretende transmitirnos una idea muy clara: la Misericordia de Dios
es muy superior a nuestras faltas y pecados. “Donde abundó el pecado
sobreabundó la gracia” dice el Apóstol, tirando más de experiencia que de
palabras bonitas. Una idea que no podemos perder: no importa cuán graves hayan
sido nuestras faltas, o cuanto nos pesen, Cristo nos llama a Él. En este tiempo
de Cuaresma, pidamos que cale en nosotros esta idea: que da igual como estemos,
como llevamos la Cuaresma, como se nos queda de lejos la Pascua… da igual,
porque “el Señor es compasivo, da igual que nos rebelemos” … Una manera de
volver al Señor puede ser la confesión. Ahí volvemos al Señor mediante los
hombres que el Señor ha designado como “profetas y mediadores”, porque como
dice la lectura, una causa de esta rebelión y desobediencia por nuestra parte
es alejarnos de las personas (y medios) que el Señor ha puesto para nuestra
salud espiritual (la guía y dirección espiritual, los sacramentos…).
- Un
sentimiento: el sentirnos perdonados. El sentimiento del gozo interno. En
Ejercicios Espirituales, en la meditación de la Misericordia del Señor, hay una
frase que el director de tanda siempre repite y siempre me marca: “Soy un
pecador, pero un pecador perdonado”.
- Una imagen.
Podemos quedarnos con una escena, con una imagen que más llame la atención
sobre la Misericordia. Podemos tomar la imagen del hijo pródigo, la imagen de
María Magdalena a los pies de Jesús escuchando de los labios de este esa frase
“Yo tampoco te condeno, vete en paz”; o la imagen del Crucificado suplicando al
Padre: “Perdónales porque no saben lo que hacen”. Y nos detenemos
donde encontremos Gracia, para saborearlo.
Evangelio:
- Una idea:
las exigencias bautismales. La exigencia de imitar en la Caridad y la
Misericordia a Aquel que se ha hecho para decirnos “Así es Dios, así soy yo”.
Tenemos que ser transmisores de esa Misericordia. Fieles imitadores de Jesús.
Nosotros que hemos vivido esa Misericordia, y que queremos orar para llenarnos
de Él, se nos pide (y no solo se nos pide, sino que debe de arder en nosotros
como una necesidad) la de seguir en la imitación a Cristo. No como un “trabajo
de puños”, sino más bien un “dejarse hacer por Él”, dejarnos llenar por Él: “Ya
no vivo yo, es Él quien vive (y actúa) en mí”.
- Un
sentimiento: Podemos pedir dos sentimientos: primero, para vivir aquello que
Jesús nos pide en el Evangelio, los sentimientos del Corazón de Cristo. Pero
también podemos pedir en nosotros aquello que decía San Pablo: “Ay de mi si no
evangelizara, como podría callar su voz, si llevo dentro el fuego de su amor”.
Es decir, sentir el fuego de Dios, para que nosotros también podamos “quemar” a
los demás.
- Una imagen:
a mí me ayuda aquella de los apóstoles en la barca llamando a los peces a las
redes: es decir, nosotros, que por nuestro bautismo somos apóstoles del Señor,
llamando a todos a las redes de la Iglesia, de Cristo. Es decir, la imagen:
nosotros como apóstoles y seguidores de Jesús.
Pidamos
todo esto a Nuestra Madre del Cielo, que en todo momento supo vivir de la
Misericordia de Dios, esperando en Él; y siendo fiel transmisora de Aquello que
había recibido.