14 septiembre 2018. La Exaltación de la Santa Cruz – Puntos de oración


Las acciones del Señor, en realidad, son cada cosa que nos pasa, y aprender a dar gracias por cada una de ellas, sin olvidarlas, es lo que nos pide el salmo de hoy. Tendemos a acordarnos de lo muy bueno o de lo muy malo…, pero siempre según nuestros parámetros humanos. Una visión más sobrenatural, intentando mirar desde la perspectiva de Dios, nos daría un conocimiento mayor de todas las gracias recibidas, aunque ni siquiera pensáramos en que fuera algo para agradecer.
Es esa perspectiva que tuvo que emplear el pueblo de Israel para mirar a una serpiente y así ser curados, precisamente, de la picadura de las serpientes. Es la perspectiva que tuvieron que haber tenido los discípulos de Jesús al verlo morir en una cruz, en el mayor fracaso conocido para un hombre que hacía milagros, que predicaba como nadie, que se había enfrentado al poder religioso establecido, que había sido aclamado hacía apenas una semana en Jerusalén… y que, ahora, era cosido a un madero. Aquellos discípulos, como hoy nosotros, solo vieron el fracaso y por eso huyeron y se escondieron.
Pero la perspectiva de Dios era diferente, mediante ese mal, él sacaría el mayor bien para la humanidad: seríamos redimidos de nuestro pecado. Desde ese momento el ser humano era de nuevo susceptible de quedar unido a Dios para siempre. Creador y criatura ya por siempre felices, entrelazados por el amor. Había que derrotar al pecado y a la muerte, y la fórmula fue la de clavar a ambas, en Cristo, a una cruz.
¡No olvidemos las acciones del Señor! Y, desde luego, esta de la redención es la acción más inverosímil y grandiosa que se haya podido realizar. ¡Gracias, Señor! Y luego, miremos también todas las pequeñas acciones que durante el día de hoy vayamos recibiendo. Ahora, en la oración, abramos el corazón para recibirlas conscientemente, y luego por la noche, en el examen de conciencia, hagamos un repaso de todas las concedidas hoy. De todas…
¡Ah, se me olvidaba! Acaba el evangelio diciendo: “Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”. Entonces nosotros, sus seguidores, no tenemos que ser condenadores del mundo, sino salvadores. Quizá sea bueno meditar en esto y ver formas prácticas de llevarlo a cabo.

Archivo del blog