Las acciones del Señor, en realidad,
son cada cosa que nos pasa, y aprender a dar gracias por cada una de ellas, sin
olvidarlas, es lo que nos pide el salmo de hoy. Tendemos a acordarnos de lo muy
bueno o de lo muy malo…, pero siempre según nuestros parámetros humanos. Una
visión más sobrenatural, intentando mirar desde la perspectiva de Dios, nos
daría un conocimiento mayor de todas las gracias recibidas, aunque ni siquiera
pensáramos en que fuera algo para agradecer.
Es esa perspectiva que tuvo que
emplear el pueblo de Israel para mirar a una serpiente y así ser curados,
precisamente, de la picadura de las serpientes. Es la perspectiva que tuvieron
que haber tenido los discípulos de Jesús al verlo morir en una cruz, en el
mayor fracaso conocido para un hombre que hacía milagros, que predicaba como
nadie, que se había enfrentado al poder religioso establecido, que había sido
aclamado hacía apenas una semana en Jerusalén… y que, ahora, era cosido a un
madero. Aquellos discípulos, como hoy nosotros, solo vieron el fracaso y por
eso huyeron y se escondieron.
Pero la perspectiva de Dios era
diferente, mediante ese mal, él sacaría el mayor bien para la humanidad:
seríamos redimidos de nuestro pecado. Desde ese momento el ser humano era de
nuevo susceptible de quedar unido a Dios para siempre. Creador y criatura ya
por siempre felices, entrelazados por el amor. Había que derrotar al pecado y a
la muerte, y la fórmula fue la de clavar a ambas, en Cristo, a una cruz.
¡No olvidemos las acciones del
Señor! Y, desde luego, esta de la redención es la acción más inverosímil y
grandiosa que se haya podido realizar. ¡Gracias, Señor! Y luego, miremos
también todas las pequeñas acciones que durante el día de hoy vayamos
recibiendo. Ahora, en la oración, abramos el corazón para recibirlas
conscientemente, y luego por la noche, en el examen de conciencia, hagamos un
repaso de todas las concedidas hoy. De todas…
¡Ah, se me olvidaba! Acaba el
evangelio diciendo: “Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él”. Entonces nosotros, sus
seguidores, no tenemos que ser condenadores del mundo, sino salvadores. Quizá
sea bueno meditar en esto y ver formas prácticas de llevarlo a cabo.