15/9/2018. Sábado de la XXIII semana del T.O. –Virgen de los Dolores


Comienzo de la primera carta a los Hebreos (5, 7-9)
Cristo, en os días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se convirtió para todos los que lo obedecen, en autor de salvación eterna.
Salmo responsorial (Sal 30)
R. Sálvame, Señor, por tu misericordia.
A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí. 
R.
sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame. 
R.
Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.
R.
Pero yo confío en ti, Señor; te digo: «Tú eres mi Dios».
En tus manos están mis azares: líbrame de mis enemigos que me persiguen.
Qué bondad tan grande, Señor, reservas para los que te temen,
y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (19, 25-27)
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.

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