18 septiembre 2018. Martes de la XXIV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

La “oración, es la respiración del alma”. Lo hemos oído muchas veces. Vamos a respirar profundamente y bucear durante unos minutos en el texto que hoy nos propone el Evangelio.
En la presencia de Dios bajo la fuerza del Espíritu Santo leo con detenimiento el evangelio de hoy (Lc 7, 11-17).
Nos encontramos con estas palabras que nos gritan al corazón: Jesús camina en compañía de sus discípulos y mucha gente. Jesús, cuando camina arrastra. Camina deprisa hacia la ciudad de Naín. Parece le están esperando.
Al acercarse a la ciudad, sacaban a enterar a un muerto. Es una persona muerta que nos impresiona. Algo distinto a cuando vemos un cortejo de coches que acompañan a un féretro que llevan a enterrar, a un pueblo o a una ciudad.
Es un chico jovenEs el hijo único de una madre que está viuda. Esta es la realidad. Ahora puedes imaginar lo que quieras para meterte dentro de esta escena.
¿En qué grupo de personas vas, con Jesús o acompañas a la madre cuyo hijo ha muerto?  Puedo elegir. Acompañar a Jesús, como tratamos de hacerlo todos los días que iniciamos con este rato de oración, donde tratamos de serenarnos y recibir la fuerza que se desprende de Jesús. Él se define como “Camino, Verdad y Vida”.
En la otra comitiva aparece el contraste dramático. El camino lleva al sepulcro. La Verdad en mentira. Toda persona es frágil, tenemos que enfrentarnos con la verdad de la muerte. La vida se ha transformado en muerte…
Pero el corazón destrozado y las lágrimas de esta madre, logra detener la muerte. La muerte ha sido derrotada con la resurrección de Cristo. Y de nuevo, el Señor, de la vida y de la muerte, le devuelve el hijo a su madre.
Si te quedas en silencio, esta estampa se puede ver, si abrimos las ventanas del corazón en situaciones parecidas de tantas madres y familias rotas por los hijos ya muertos en vida…
No, no es el momento de dejarnos llevar de la tristeza. Es el momento de responder ante estas situaciones con nueva esperanza en Aquel que viene a nuestro encuentro; y transforma la muerte en vida, la tumba en camino, la mentira del mundo en la resurrección eterna.
Para comprender el llanto y el dolor de tantas madres y de tantos padres, profesores, educadores…  podemos volver a contemplar el corazón traspasado de la Virgen de los Dolores, o junto a la cruz en el calvario.

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