Las lecturas de hoy
nos presentan el tema de la palabra de Dios como hilo
conductor de todas ellas.
Así, en la primera
de S. Pablo a los Corintios, se dice: mi palabra y mi predicación... Por
otra parte, el Salmo, repite esta idea hasta en seis ocasiones: todo el
día estoy meditando // Tu mandato…siempre me acompaña //…porque medito
tus preceptos //…porque
cumplo tus leyes // para guardar tu palabra // porque tú me has instruido. En el evangelio, se remarca la importancia
de la palabra: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír… y
se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Observamos
que, en S. Pablo, la palabra surge por la manifestación
y el poder del Espíritu. Esto queda claro cuando indica, me
presenté a vosotros débil y temblando de miedo. El amor a esa
palabra le empuja a darla a conocer cuando vine a vosotros a
anunciaros el misterio de Dios. Asimismo reviste, al que la ama y se
alimenta de ella, de sabiduría y sagacidad divinas como se indica en el Salmo.
Leeremos que, el mensaje del evangelio de hoy se genera a partir de cuando se
dice encontró el pasaje donde estaba escrito. La explicación
de la Escritura va a acarrearle a Jesús serios problemas: al oír esto,
todos en la sinagoga se pusieron furiosos.
Pedimos a nuestra Señora el amor que tenía ella
por la S. Escritura. Amor que se traduce en dedicarle tiempo, en interiorizarla
hasta hacerla savia propia, en ser divulgadores, en dejar que cuestione nuestro
modo de pensar, de amar y de actuar. Incluso, le pedimos la gracia para estar
dispuestos a sufrir, como Jesús, por expresar la verdad.