Sin olvidar las adicciones iniciales
para la oración que son siempre como el encendido de la lámpara para que el
fuego arda, en la presencia del Señor que hoy nos pasa como a Herodes en el
Evangelio que tenía ganas de verlo, también nosotros tenemos ganas de verlo y
hablar con ÉL y escucharle. Tenemos tantas cosas que decirle, pero más de
escucharle pues nos pasa como a las gentes en los evangelios que le seguían y
querían oír sus enseñanzas porque ningún profeta había hablado como Él.
Nada mejor que entrar en la escuela
de María para aprenderá orar. Siempre estamos aprendiendo, como ella, en
Nazaret qué ratos de trato íntimo nos puede enseñar a tener de tal forma que
nos sea familiar y nada costoso y por nada del mundo lo dejemos de hacer cada
día.
Hoy nos puede ayudar san Vicente de
Paúl, sacerdote que el Señor se escogió para “salvación de los pobres y
formación del clero” como dice la colecta y su obra extendida or el mundo con
las Hijas de la Caridad atendiendo hospitales y enseñando en colegios y los
Padres Paúles misioneros y predicadores. De ascendencia española del alto
Aragón, que comercia con Francia, hace que sus padres pasen a Francia de
familia numerosa y escaso recursos, él recordará después que de niño “guardaba
animales”, había sido pastor. Pertenece a la saga de santos que ha dado a la
Iglesia el Pirineo en sus valles profundos y fértiles. Su vida es apasionante
como la de todos los santos pues después muchas vicisitudes en sus
aspiraciones, Dios le conduce y dócil sigue sus inspiraciones que ocurren por
lo que cada día se le ofrece; después de fracasos en sus aspiraciones a cargos,
se encuentra con los pobres y los sacerdotes de las aldeas y empieza la
conversión: “no queramos escoger nuestro camino, sino el que el Señor nos
quiera señalar”. “El bien que Dios quiere se hace por si mismo casi, y sin
pensar en ello. Ninguna de estas obras ha sido por nuestra propia
determinación, sino que dios las ha suscitado sin darnos cuenta de a dónde
íbamos a parar, aunque se ha servido de nosotros, y nonos dábamos prisa desde el
comienzo”. Así podía decir al morir: ¡Qué dicha no querer más de lo que Dios
quiere, y no hacer más que lo que la Providencia presenta y no tener más que lo
que Dios nos ha dado! Así son los santos en su vida aprendemos mucho y nos
enseñan a vivir y a morir.
Pero quizá es porque se encontraron
con la mirada de Jesús que les cambió, Pero no todos que se encontraron con Él
y le querían ver les pasó lo mismo. Hoy tenemos un ejemplo en el Evangelio.
Para seguir a Jesús tiene que haber un cruce de miradas. Siempre nos está
mirando, espera que le miremos y respondamos. Como santa Teresa: “Mira que te
mira” o en otra ocasión les pedía a sus hijas: “Solo os pido que le miréis”. Si
nos vamos a la escuela de María en Nazaret, aprenderemos a mirarle y dejarnos
mirar. Así entenderemos la primera lectura: “Vanidad de vanidades y todo
vanidad” ¿Qué saca el hombre de todos sus afanes? Pasan imperios, desaparecen
pueblos, gira el mundo, no se sacian los ojos de ver. Todo pasa. Pero su
palabra permanece: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Señor, tú tienes
palabras de vida eterna y hoy en la oración me miras y me dices que me amas que
quieres estar conmigo para que yo esté contigo eternamente, como nuestro amigo
Vicente al que ha llamado y nos ha dejado hace unos días.
Acabemos con el salmo: “Tú has sido
nuestro refugio de generación en generación”. Nosotros somos como la hierba que
se seca si tú no le das el aliento. Enséñanos a calcular nuestros días, danos
un corazón sensato.
Santa María, ruega por nosotros.