27 septiembre 2018. Jueves de la XXV semana del T. Ordinario – San Vicente de Paúl – Puntos de oración


Sin olvidar las adicciones iniciales para la oración que son siempre como el encendido de la lámpara para que el fuego arda, en la presencia del Señor que hoy nos pasa como a Herodes en el Evangelio que tenía ganas de verlo, también nosotros tenemos ganas de verlo y hablar con ÉL y escucharle. Tenemos tantas cosas que decirle, pero más de escucharle pues nos pasa como a las gentes en los evangelios que le seguían y querían oír sus enseñanzas porque ningún profeta había hablado como Él.
Nada mejor que entrar en la escuela de María para aprenderá orar. Siempre estamos aprendiendo, como ella, en Nazaret qué ratos de trato íntimo nos puede enseñar a tener de tal forma que nos sea familiar y nada costoso y por nada del mundo lo dejemos de hacer cada día.
Hoy nos puede ayudar san Vicente de Paúl, sacerdote que el Señor se escogió para “salvación de los pobres y formación del clero” como dice la colecta y su obra extendida or el mundo con las Hijas de la Caridad atendiendo hospitales y enseñando en colegios y los Padres Paúles misioneros y predicadores. De ascendencia española del alto Aragón, que comercia con Francia, hace que sus padres pasen a Francia de familia numerosa y escaso recursos, él recordará después que de niño “guardaba animales”, había sido pastor. Pertenece a la saga de santos que ha dado a la Iglesia el Pirineo en sus valles profundos y fértiles. Su vida es apasionante como la de todos los santos pues después muchas vicisitudes en sus aspiraciones, Dios le conduce y dócil sigue sus inspiraciones que ocurren por lo que cada día se le ofrece; después de fracasos en sus aspiraciones a cargos, se encuentra con los pobres y los sacerdotes de las aldeas y empieza la conversión: “no queramos escoger nuestro camino, sino el que el Señor nos quiera señalar”. “El bien que Dios quiere se hace por si mismo casi, y sin pensar en ello. Ninguna de estas obras ha sido por nuestra propia determinación, sino que dios las ha suscitado sin darnos cuenta de a dónde íbamos a parar, aunque se ha servido de nosotros, y nonos dábamos prisa desde el comienzo”. Así podía decir al morir: ¡Qué dicha no querer más de lo que Dios quiere, y no hacer más que lo que la Providencia presenta y no tener más que lo que Dios nos ha dado! Así son los santos en su vida aprendemos mucho y nos enseñan a vivir y a morir.
Pero quizá es porque se encontraron con la mirada de Jesús que les cambió, Pero no todos que se encontraron con Él y le querían ver les pasó lo mismo. Hoy tenemos un ejemplo en el Evangelio. Para seguir a Jesús tiene que haber un cruce de miradas. Siempre nos está mirando, espera que le miremos y respondamos. Como santa Teresa: “Mira que te mira” o en otra ocasión les pedía a sus hijas: “Solo os pido que le miréis”. Si nos vamos a la escuela de María en Nazaret, aprenderemos a mirarle y dejarnos mirar. Así entenderemos la primera lectura: “Vanidad de vanidades y todo vanidad” ¿Qué saca el hombre de todos sus afanes? Pasan imperios, desaparecen pueblos, gira el mundo, no se sacian los ojos de ver. Todo pasa. Pero su palabra permanece: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Señor, tú tienes palabras de vida eterna y hoy en la oración me miras y me dices que me amas que quieres estar conmigo para que yo esté contigo eternamente, como nuestro amigo Vicente al que ha llamado y nos ha dejado hace unos días.
Acabemos con el salmo: “Tú has sido nuestro refugio de generación en generación”. Nosotros somos como la hierba que se seca si tú no le das el aliento. Enséñanos a calcular nuestros días, danos un corazón sensato.
Santa María, ruega por nosotros.

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