La palabra de Dios en este domingo
nos invita a una oración de acción de gracias, de alabanza y de confianza. Las
distintas lecturas nos presentan una secuencia en tres tiempos: partiendo desde
el antiguo testamento, siguiendo con el salmo, para terminar con el Evangelio.
“¡No temáis!” Nos dice la primera lectura del libro de Isaías. “¡He
aquí vuestro Dios!” Y añade: “Viene en persona y os salvará”. No
debemos de temer nada porque nuestro Dios está aquí, está con nosotros, está
junto a nosotros, está dentro de nosotros. Y además no es un Dios distante,
lejano, escondido. Un Dios ocupado, ensimismado, endiosado. ¡Es un Dios que
viene en persona! ¡viene Él mismo! Sin mediaciones, sin séquito, sin
embajadores ni escoltas. Isaías, que no conocía a Cristo, hablaba pensando en
el futuro: “Viene en persona y os salvará”.
Y el salmo 145, describiendo cómo es
ese Dios que viene en persona, exclama en acción de gracias: “Alaba,
alma mía, al Señor” y ¿por qué? ¿por qué alabar al Señor? Pues porque
el Señor, tu Dios, ese Dios tuyo, personal y cercano:
- Mantiene su fidelidad perpetuamente
- Hace justicia a los oprimidos
- Da pan a los hambrientos
- Liberta a los cautivos
- Abre los ojos al ciego
- Endereza a los que ya se doblan
- Ama a los justos
- Guarda a los peregrinos
- Sustenta al huérfano y a la viuda.
¿Es o no es un Dios cercano? Un Dios,
como nos dice el apóstol Santiago, que eligió a los pobres según el mundo.
Un Dios que, cuando le piden que le
imponga las manos a un sordomudo, no es que sólo se las imponga, sino
que: “a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó
la lengua”. No sólo se hizo cercano, sino que se hizo uno de nosotros
para poder tocarnos con sus dedos y curar nuestros oídos y nuestra lengua. ¿Qué
tipo de amor es este que se llega a implicar tanto? ¿Quién de nosotros metería
los dedos en los oídos de un desconocido o le tocaría la lengua? ¿Qué Dios es
este? Pues este es nuestro Dios, el Dios de los cristianos, esto es lo que
proclama la Iglesia en este domingo.