Hoy, fiesta de Nuestra Señora de la Merced, quizá nos
baste con contemplar a la Madre Liberadora, la que rompe las cadenas, las de
fuera, las de dentro. En versión Papa Francisco “María Desatanudos”, tenemos
tantos…
En la Edad Media, hace 800 años, ante los miles de
cristianos cautivos, el Espíritu Santo inspiró una nueva orden a San Pedro
Nolasco, los mercedarios, para redimir cautivos.
En el 2009, los obispos de América, en Aparecida, nos
invitan a contemplar a “Jesucristo, rostro humano
de Dios y el rostro divino del hombre” pero en “los rostros
sufrientes de Cristo”. Son tantos; los cristianos perseguidos en Oriente Medio;
los que quieren ser coherentes en el mundo de la vida familiar, social,
política…
Hoy te invito a fijarte en los jóvenes, los que como ríos
acuden a centros de estudio, van a espectáculos deportivos, culturales,
musicales… ¡Cuántos parecen decirnos: ayúdame a ser libre, a no ser esclavo…
Leamos la Palabra de Dios:
1. Proverbios
(3,27-34): Hijo mío, no niegues un favor a quien lo necesita, si está
en tu mano hacérselo. Si tienes, no digas al prójimo: «Anda, vete; mañana te lo
daré.»
Más claro, el agua. Haz bien y no mires a quién. No dejes
para mañana lo que puedes hacer hoy: Hoy estarás conmigo en el Paraíso; danos
hoy el pan de cada día
2. Salmo Sal
14,2-3ab.3cd-4ab.5. El justo habitará en tu monte santo, Señor.
El honrado, leal, puro, sencillo, generoso…
3. Evangelio
Lucas (8,16-18): «Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o
lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran
tengan luz”
Aquí está nuestra misión: arder para dar luz y encender
para que todos tengan la luz. Si no –como dicen muy vivamente en el Perú- estás
por las puras, como si nada. Un millón de velas apagadas son incapaces de
prender una vela más; pero una sola vela puede encender un millón.
¡Dios te salve, reina y madre de misericordia!, vida,
dulzura, esperanza mía, rompe todas las cadenas que me atan y ponme con tu
Hijo, el Redentor.