Hoy nos ayuda un texto del Papa San
Gregorio Magno, quien nació en Roma hacia el año 540 y allí también
falleció el día 12 de marzo de 604. Gregorio I o también San Gregorio, fue el
sexagésimo cuarto papa de la Iglesia Católica (pontífice entre los años 590-
604). Es uno de los cuatro Padres de la Iglesia latina, junto con Jerónimo de
Estridón, Agustín de Hipona y Ambrosio de Milán. Fue proclamado Doctor de la
Iglesia, el 20 de septiembre de 1295, por Bonifacio VIII. También fue
el primer monje que alcanzó la dignidad pontificia, y probablemente la
figura definitoria de la posición medieval del papado como poder separado del
Imperio romano. Hombre profundamente místico, la Iglesia romana
adquirió gracias a él un gran prestigio en todo Occidente, y después de él
los Papas quisieron en general titularse como él lo hizo: «siervo de los
siervos de Dios» (servus servorum Dei).
Homilía: El nombre de “ángel” designa la función, no el
ser. Homilía 34, 8-9: PL 76,1250-1251.
«A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden
en tus caminos» (Sal 91,11). Hay que saber que el nombre de “ángel”, designa la
función, no el ser del que lo lleva. En efecto, aquellos santos espíritus de la
patria celestial son siempre espíritus, pero no siempre pueden ser llamados
ángeles, ya que solamente lo son cuando ejercen su oficio de mensajeros. Los
que transmiten mensajes de menor importancia se llaman ángeles, los que
anuncian cosas de gran trascendencia se llaman arcángeles.
Por esto, a la Virgen María no le fue enviado un
ángel cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal
trascendencia requería que fuese transmitido por un ángel de la máxima
categoría.
Por la misma razón, se les atribuyen también
nombres personales, que designan cuál es su actuación propia. Porque en aquella
ciudad santa, allí donde la visión del Dios omnipotente da un conocimiento
perfecto de todo, no son necesarios estos nombres propios para conocer a las
personas, pero sí lo son para nosotros, ya que a través de estos nombres
conocemos cuál es la misión específica para la cual nos son enviados. Y; así, Miguel
significa: “¿Quién como Dios?”, Gabriel significa: “Fortaleza de Dios” y Rafael
significa: “Medicina de Dios”.
Por esto, cuando se trata de alguna misión que
requiere un poder especial, es enviado Miguel, dando a entender por su
actuación y por su nombre que nadie puede hacer lo que sólo Dios puede hacer.
De ahí que aquel antiguo enemigo, que por su soberbia pretendió igualarse a
Dios, diciendo: Escalaré los cielos, por encima de los astros divinos levantaré
mi trono, me igualaré al Altísimo, nos es mostrado luchando contra el arcángel
Miguel, cuando, al fin del mundo, será desposeído de su poder y destinado al
extremo suplicio, como nos lo presenta Juan: Se trabó una batalla con el
arcángel Miguel.
A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre
significa: “Fortaleza de Dios”, porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de
su apariencia humilde, había de reducir a los Principados y Potestades. Era,
pues, natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que
es el Señor de los ejércitos y héroe en las batallas.
Rafael significa, como dijimos: “Medicina de
Dios”; este nombre le viene del hecho de haber curado a Tobías, cuando, tocándole
los ojos con sus manos, lo libró de las tinieblas de su ceguera. Si, pues,
había sido enviado a curar, con razón es llamado “Medicina de Dios”.
Oración final
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por
el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que
lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.