Espero
que te ayuden estas palabras que te pongo a continuación para llevar a
cabo con fruto este rato de oración. Sería bueno, si es posible, que realices
tu rato de oración delante de Cristo en la Eucaristía. Si no es posible porque
no cuentas con esta posibilidad, dedícale este tiempo al Señor en la soledad
acompañada por Él.
Empezamos
nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en
nuestros corazones el fuego de tu amor”.
¡Es tan grande
la misericordia que Dios tiene con nosotros! En la primera lectura san Pablo
escribe a la comunidad de Corinto recordándoles el Evangelio, la buena noticia
de Dios, para que no olviden la gran misericordia que Dios ha tenido con ellos.
Él murió por nuestros pecados. Nos los explica san Pablo a nosotros gracias a
su propia experiencia, de vivir la gran misericordia que Dios ha tenido con él.
Él lo ha experimentado, por eso lo puede contar. Seguro que todos, alguna vez,
nos hemos percatado de la misericordia de Dios para con nosotros. Lo malo es
que no nos damos cuenta la mayoría de las veces.
Dios obra
milagros en nosotros todos los días y tenemos experiencia de ello. Y como
tenemos experiencia de ello, no puede salir de nosotros una expresión que no
sea de agradecimiento a Dios. Como dice el salmo de hoy: “dad gracias al Señor
porque es bueno”.
El Evangelio de
hoy relata la historia de un milagro maravilloso de Jesús. La prostituta
reconoce su pecado y ruega a Dios solicitando verdaderamente su misericordia y
perdón. Ama y se le perdona. Se le perdona porque ama y ama porque está
arrepentida.
¿Y tú?, ¿buscas
la misericordia de Dios?, ¿eres consciente de tu desamor hacia Él?, ¿caes en la
cuenta de ello?
Pedimos a
nuestra Madre, María Santísima, que interceda por nosotros y que nos ayude a
amar de una manera más pura y cada día más a Dios.