Comenzamos nuestros puntos poniéndonos
en la presencia de Dios Padre y pidiendo el don del Espíritu Santo que ilumine
nuestras inteligencias y fortalezca nuestras voluntades. Que encienda nuestros
corazones apagados, en esta semana que tenemos que vivir con pasión.
Vamos a vivir los días más santos del
año. Supongo que, si lees los puntos, ya es un indicativo de que quieres orar y
estar cerca del Señor. Que te preocupa tu vida y tu relación con Jesús. Pues
empieza diciéndole a Jesús que quieres estar junto a Él, que no quieres
abandonarle en estos momentos en que Él va a sufrir tanto por ti.
¡Qué duro leer hoy el evangelio!, lo
digo por la actitud de Judas. ¿Qué le habría pasado? Llamado nada menos que a
compartir vida con Jesús, a participar de su cercanía y amistad. A ser mirado
todos los días, con una mirada divina, por la mirada de Dios. Le contemplaba
cara a cara, cosa que no había tenido lugar en toda la historia. Había sentido
sus abrazos de ternura, acogida. Escuchaba diariamente sus palabras de aliento,
consuelo y porque no de corrección. Había comido con Él, e incluso muchas veces
había oído el sonido de sus tripas por no tener comida y haber pasado hambre.
Otras veces habría cantado, bailado en celebraciones festivas de
amigos y familiares. No nos damos cuenta de lo que supone haber vivido en la
compañía de Jesús.
Y ¿qué le ha ocurrido para haberse
alejado así del Señor, para llegar a traicionarle con un beso, para venderle
por treinta monedas?
Nuestro amor se puede ir enfriando si no
dejamos que el fuego lo avive, si poco a poco nos vamos alejando de esa llama,
si interponemos obstáculos que no la dejan prender y quemar, si la echamos agua
con nuestras infidelidades. ¿Cómo está nuestro amor? Es un buen día para
pararse a pensar.
Si vivo en la intimidad con Jesús, si
soy uno de sus elegidos, si a diario comparto mesa y vida con Él, si vivo en mí
su misericordia, si me dejo curar por Él… ¿cómo esta nuestro amor?
Un indicativo es reflexionar cómo va
nuestra oración, cómo la preparo, cómo la vivo.
Otro sería ver mi vida con los demás, me
llena, me ayuda, me hace feliz. Mi vida la vivo en una clave de olvido de mí,
de prestar más atención a las preocupaciones de los demás, de dedicarles
tiempo, de perdonarles, si doy al abatido palabras de aliento, que dice la
primera lectura…
Este acompañar a Jesús que da la vida
por mí, me tiene que hacer pensar en si yo doy la vida por los otros. Cuáles
son mis ambiciones e intereses. Si yo muero a tantas cosas que me sobran o que
incluso me alejan de Jesús, no vaya a ser que poco a poco me mire sólo a mí
mismo, a mis cosas y Jesús vaya nublándose de mi vida. ¡Qué evangelio para
pensar! Señor que no te deje nunca. ¡Qué bueno es estar junto a ti! Que
reconozca en quien esté cerca de mí tu rostro.