2 abril 2019. Martes de la IV semana de Cuaresma – Puntos de oración


Este martes, a menos de catorce días de la Semana Santa, vamos a buscar de nuevo un momento tranquilo para dedicárselo al Señor. Nos ponemos en su presencia, pedimos luz al Espíritu Santo y nos sumergimos en las sugerentes lecturas que nos ofrece la liturgia de hoy.
El tema que domina es el del agua, símbolo de sanación y de fecundidad.
La lectura del profeta Ezequiel describe la figura del torrente: cómo crece, cómo lleva el agua a lugares desérticos y va llenando todo de vida a su paso.
Veo aquí una figura de la gracia de Dios que, si le abrimos las puertas del corazón, entra impetuosa y limpia, sana, fortalece. No es cuestión de esforzarnos en limpiarlo, sino de abrirle a él la puerta. Él es el que limpia, el que sana, el que fortalece. Como dice el salmo: “El Señor del Universo está con nosotros”, él es nuestro alcázar.
Dejémosle. Pongámonos a tiro. En esta Cuaresma, ¿de qué maneras lo estoy haciendo? ¿Cómo me pongo a tiro del Señor?
Una forma es dedicar tiempo a la oración de súplica. Una súplica al estilo del enfermo de la piscina de Betesda: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina”. Una súplica hecha con humildad, con ingenuidad, pidiendo lo que nos parece que necesitamos.
Y el Señor tomará la iniciativa. Ya la ha tomado al fijarse en ese hombre echado, con treinta y ocho años –se dice pronto- de enfermedad a sus espaldas, al que le dice, como a mi: “¿Quieres quedar sano?”.
Yo le pido entonces lo que buenamente me parece. Hagámoslo en este rato de oración. Y Jesús siempre nos desborda, siempre nos supera con su respuesta, con su gracia, que entra como un torrente de agua fresca en nuestra vida. Así pasó con ese hombre: “al momento quedó sano, tomó su camilla y echó a andar”.
La respuesta de Jesús llegará cuando no lo esperemos, y de una forma que siempre nos va a sorprender. Hagamos lo que el enfermo de Betesda: seamos dóciles a sus inspiraciones.
Preguntarnos hoy: ¿De qué me tengo que levantar en esta Cuaresma? ¿Cuál es la camilla que tengo que tomar? ¿Cuál es el camino que tengo que andar?
Nos puede pasar también como a este hombre, que no sabía en un principio quién le había curado. Que sepamos descubrir la acción de Dios en nuestras vidas.
Terminemos la oración pidiéndole a la Virgen esta gracia: ser dóciles a la voz del Señor que me habla de muchas maneras, y saber descubrirle en los acontecimientos, prósperos o adversos, que jalonan mi día a día. Él está siempre ahí. Y me va sanando de mis muchos años de enfermedades.

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