Es posible que nadie se lea estos puntos…
¡Menudo día! Estaremos todos resacosos (de alegría) y con algo de sueño por la
vigilia, pero es que bien merece la pena el cansancio semejante fiesta. ¡La más
grande de todas! Me emociono según escribo estas líneas. Por eso mismo me
sospecho que a casi nadie le va a hacer falta detenerse a leerlas para poder
hacer su ratito de oración con intensidad y con mucho fruto. Así que no pienso
enrollarme demasiado.
Hoy es el día. Hoy es el domingo: el gran
domingo. Hoy cambia la historia, como cada día en la eucaristía, como cada vez
que Cristo se hace presente en el altar, pero de una forma muy especial. Hoy
toda la Iglesia universal canta al mundo la alegría de la fe, la locura de amor
que vivimos a veces despistados y que hoy nos embarga por completo. Puede que
hoy sea el día en el que más orgullosos nos sentimos de nuestra propia fe y
hasta presumamos de ella. Una historia en Instagram
quizá también caiga, porque la emoción es tan grande que es incontenible. Dios,
en la persona de Cristo nos ha rescatado. Resucitó y nos preparó el camino para
resucitar algún día. Nuestro destino no es el vacío del sinsentido sino la
eternidad. Locura incomprensible para el que no tiene la suerte de creer.
Verdad tremenda a la que nos acostumbramos los creyentes. Milagro permanente en
el sacrificio eucarístico.
Nuestra vida no puede ser la misma desde
hoy. La Cuaresma es tiempo de conversión para preparar la Pascua. La Pascua es
tiempo de conversión por los frutos que produce en nosotros. Dejemos que
crezcan hoy la fe, la esperanza y la caridad. Renovemos nuestro compromiso
misionero. Pidamos ayuda a la Virgen para que cuando se vaya perdiendo la
energía pascual no perdamos la ilusión de transmitir a todos nuestros hermanos
del mundo lo que estos días hemos experimentado.
¡Cristo vive! ¡Aleluya!