9 abril 2019. Martes de la V semana de Cuaresma – Puntos de oración


Me da la impresión de que todas las lecturas del día de hoy son una llamada a la vida de fe, a volver la mirada al Señor. Y volver la mirada al Señor precisamente en los momentos de cansancio, de dolor y sufrimiento. Precisamente suele ser a través de los momentos en que aparece la cruz o el sufrimiento en nuestra vida, cuando volvemos nuestra mirada hacia el Señor.
Así vemos qué le ocurre al pueblo de Israel cuando, después de haber sido liberados de la esclavitud, parece que se olvida del don recibido, de la libertad, y reniegan del Señor y de Moisés. ¡Qué pronto le resultó al pueblo acostumbrarse a vivir en libertad! ¡Qué pronto olvidó el don recibido! Llegarán a decir en un gesto de desprecio propio de desagradecidos: “¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto?”. Será necesario el dolor, el sufrimiento y la muerte para que el pueblo vuelva a ponerse en su sitio de criatura y reconozca su soberbia. Entonces el pueblo humillado acudirá a Moisés, diciendo: “Hemos pecado hablando contra el Señor”, y Moisés rezó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió.
¿Por qué en lugar de quejarse el pueblo al Señor, no rezó? Quizás porque se había olvidado de que la libertad era un don que se le había concedido. Sólo cuando nos sentimos con derecho a algo es cuando reclamamos y nos quejamos.
¡Qué aleccionadora es la palabra de Dios! ¡Cuánta sabiduría hay en ella! Por ello nos dirá el salmo 101: “Quede esto escrito para la generación futura, que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra” Y es que, necesitamos recordar frecuentemente que el Señor es nuestro Dios, que somo sus criaturas y que no se olvida de nosotros. ¿Por qué no rezó el pueblo de Israel con el salmo 101?: “Inclina tu oído hacia mí; cuando te invoco, escúchame en seguida”.
Que en estos días que nos quedan de Cuaresma sepamos volver los ojos hacia el crucificado a través de nuestros sufrimientos y humillaciones, que son señales del paso de Dios en nuestra vida, que no permite que nos engriamos y dejemos de volver nuestra mirada hacia su corazón traspasado.

Archivo del blog