Jueves de la octava de Pascua, el Señor
ha resucitado; aquellos que participaron de la pasión del señor, son ahora
testigos de un Jesús vivo.
El Señor concede a los discípulos la
gracia de ver y estar con Jesús de una manera especial, mientras que al resto
de los judíos sólo les permite ver los signos que estos hacen en nombre de su
Hijo.
Ante esta situación uno puede
preguntarse por qué Jesús no se aparece a aquellos que más necesitan creer en
Él. La respuesta parece sencilla: no basta con que Jesús se nos aparezca, hay
que RECONOCERLE. Si no reconocemos a Jesús toda aparición carece de sentido.
Así es nuestra vida. Jesús en persona quiere
estar a nuestro lado, quiere compartir su vida, quiere quedarse con nosotros.
¿Qué te impide reconocer al Señor? Él
quiere que le reconozcas, que le mires, que compartas con él tu tiempo, tus
ilusiones, olvidándote de ti para recordarle sólo a él.
Jesús está pasando todos los días por
nuestra vida, hoy también lo hará y de la manera que menos los esperas. ¿Será
hoy el "hortelano" que vio María Magdalena? O ¿será el hombre con el
que te cruzaste ayer, camino de Emaús?
Estate atento, déjate sorprender.