El reino de Dios está en medio de nosotros, está en la vida cotidiana
vivida sencilla y cristianamente. Casi siempre pasa inadvertido y durante la
mayor parte del tiempo es necesario que padezca mucho e incluso sea reprobado.
El cristianismo no tenía poder para eliminar la esclavitud que existía en Roma,
pero cambió el corazón de Filemón y de millares de hombres más, poco a poco,
para que trataran a los esclavos no como tales, sino como “hermanos queridos” …
Y la esclavitud fue desapareciendo.
Déjame ser consciente, Señor, y disfrutar de esto que vas haciendo en la historia de la humanidad: cambias el corazón del hombre y cambias la sociedad, me cambias a mí -si me dejo- y cambia la vida a mi alrededor, me pides amar a cada uno de los que me rodean como un hermano querido y -si lo hago- todo cambia y tu Reino llega: “venga a nosotros tu reino”.