El año litúrgico toca a su fin, y en este penúltimo domingo del Tiempo
Ordinario la liturgia propone la lectura del llamado "discurso
escatológico”, donde se nos invita a una oración expectante y
confiada: "llega el día". Este día no es de
calendario, sino la hora de Dios, la hora del culto verdadero en
espíritu y verdad.
Las frases del evangelista Lucas, cuando habla de alzarse pueblo contra
pueblo, de grandes terremotos, de epidemias y hambre, parecen entresacadas de
cualquier crónica sobre acontecimientos actuales.
Jesús dice: "No os dejéis engañar; estad vigilantes, a la
espera del día del Señor". Los hombres desconcertados se dejan
engañar por las propagandas y las ideologías. Nosotros tenemos que dar testimonio
de Jesús, el único salvador y proclamarlo de palabra y de obra. La
actitud interior del cristiano (siempre alerta) genera la esperanza
activa: mientras el mundo duerme, se fragua la venida definitiva
del Señor para hacer nuevas todas las cosas. “Pero ni un cabello de
vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
¡Santa María, Madre de Dios y madre nuestra, alcánzanos fe, esperanza y amor!