15 noviembre 2022, martes de la 33ª semana de Tiempo Ordinario. San Alberto Magno, obispo y doctor de la Iglesia. Puntos de oración

Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.

Las lecturas que nos regala la liturgia de la palabra en la Eucaristía de hoy nos hablan de la Misericordia de Dios y de cómo Él rescata lo que estaba hundido en la miseria y el pecado. El Evangelio nos cuenta la historia de Zaqueo, un pecador como tú y como yo. En realidad, le quemaba la curiosidad de ver al que pasaba, por eso sube al sicomoro; y sin esperarlo, Jesús actúa en él, porque se puso a tiro. Me llama poderosamente la atención la manera como Jesús le apremia: “es necesario que hoy me quede en tu casa”. Le interpela de tal manera - “es necesario”-, que cómo le podría rechazar.

Y yo, como pecador, ¿me dejo interpelar por Jesús que me está llamando incesantemente para sanarme de mis pecados con su misericordia? Y lo primero de todo: ¿me pongo a tiro? Ah, a lo mejor es que no me pongo a tiro. Quizás soy un necio y un tibio, y mi pereza y autosuficiencia me alejan del Reino de Dios. ¿Nos vamos a perder lo mejor, al mismo Dios? Él quiere cenar con nosotros, ¿nos vamos a negar el gusto de las bodas eternas? Nos lo dice la lectura del Libro del Apocalipsis: “mira, estoy a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”.

Nos encomendamos a la Virgen María, que nos repite lo que les dijo a los sirvientes de la boda de Caná: “haced lo que Él os diga”. Y tú, ¿le abres la puerta? Está llamando. 

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