20 noviembre 2022, domingo. Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Puntos de oración

Jesús es proclamado Rey ante la cruz. Agonizante, manifiesta su realeza sobre la muerte y el pecado. 

A un hombre agonizante como él, que es un gran malhechor, le dice: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso». Así es como reina Cristo: salvando. Basta una súplica humilde y confiada para que desencadene todo su poder salvador. Me pregunto, ¿suplico yo como aquel hombre?

San Pablo comenta este hecho. Dios Padre nos ha introducido en el reino de su Hijo gracias a que, por la sangre de Cristo, hemos sido redimidos, hemos quedado libres de nuestros pecados. ¡Es de locos!

La sangre que fluye del costado de Cristo lo inunda todo, lo purifica, lo regenera, lo fecunda, extiende por todas partes su eficacia salvífica. El dominio de Cristo sobre nosotros es para ejercer su influjo vivificador. ¡Me quiere dar su vida! ¡Quiere que yo la lleve a los otros! ¡Anunciaremos tu Reino, Señor!

Como cabeza que es, toda la vida de cada uno de los miembros del Cuerpo depende de que acoja el señorío de Cristo en sí mismo, de que sea, efectiva y existencialmente, mi Rey.

Nunca hemos de olvidar que nuestro Rey es un rey crucificado. En vez de salvarse a sí mismo del suplicio, como le pide la gente, prefiere aceptarlo para salvar multitudes para toda la eternidad. 

Mirando a este Rey crucificado entendemos que también nuestra muerte es vida y nuestra humillación victoria. Entendemos que el sufrimiento por amor es fecundo, es fuente de una vida que brota para la vida eterna. Mirando a este Rey crucificado se trastocan todos nuestros criterios de eficacia, de deseo de influir, de dominio.

En el Cristo de Javier, al mirarlo, nos hacemos eco de su invitación urgente: amar, sufrir, siempre sonreír. 

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