En el evangelio de hoy, el Señor nos habla, en forma de parábola, de un
administrador que gestiona los bienes de su señor, creyéndose el propietario,
derrochándolos, no siendo fiel a la confianza depositada en él. Quiere el Señor
que pensemos que ese administrador somos cada uno de nosotros y Él sería el
rico propietario.
Se me ocurre considerar dos puntos:
Primero, los dones que recibimos (nuestra inteligencia, nuestra simpatía,
en fin, todas nuestras riquezas) los recibimos gratuitamente. No somos sus
dueños, somos sus administradores. No son un pago por algo que hayamos hecho,
son más bien un crédito que Dios nos concede para que los gestionemos
rectamente, en servicio de Dios haciendo el bien a los demás.
Segundo, el evangelio de hoy se entiende mejor con el versículo siguiente al pasaje
leído: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte,
os reciban en las moradas eternas. Los amigos que nos tenemos que
ganar son los pobres. Los pobres entran en las moradas eternas por
derecho, pues de los pobres es el reino de los Cielos (Lc 6, 20). Los
que no somos pobres entraremos en el reino por recomendación de los pobres. Por
eso nos los tenemos que ganar como amigos compartiendo con ellos los bienes que
tenemos.
Consideremos estos puntos que extraemos del evangelio de hoy y pidamos a la Madre un conocimiento del Señor, que reflectamos en nuestra vida, que no se quede en un conocimiento filosófico abstracto, que sea un conocimiento vivencial, concreto.