12 noviembre 2022, sábado de la 32ª semana de Tiempo Ordinario. San Josafat, obispo y mártir. Puntos de oración

La verdad es que nos cuesta permanecer en la aparente inactividad de la oración. Este mundo alocado, de dentro y de fuera, nos seduce y atrapa. Nos cuesta el silencio de la oración.

Por eso, lo primero es pedir luz y fuerza al Espíritu Santo, para que nos convierta en verdaderos orantes, a ejemplo e imitación de santa María la Virgen. Quién, como ella, ama a Dios, está pendiente de su voz, de su voluntad, y eso es precisamente oración.

Hoy, en el evangelio, Jesús propone una parábola para animarnos a no desfallecer en el camino de la oración. Resulta extraña: un juez inicuo y “pasota” y una viuda débil, pero la insistencia hace finalmente que el juez sea justo. Bueno, si hacemos una trasposición al mundo espiritual, ¿es que, acaso, Dios se hace el sordo y “pasa” de nosotros, hasta el punto de que debemos ganarle el pulso a base de insistir? Esta suposición late en tanto cristianos que dicen: “a mí Dios no me escucha”. 

Jesús corrige nuestras impresiones acerca del fruto de la oración cuando afirma que Dios escucha siempre y actúa en nuestro favor siempre. Pero también apela a la fe, como diciéndonos que no podemos ser jueces de lo que Dios hace o permite, porque entonces somos “injustos”. Hay que confiar en Dios contra toda evidencia sensible o intelectual. Dios es Mayor que yo mismo y que todo; Dios me ama. 

En este momento de oración podemos apropiarnos de la oración de Jesús ante la tumba de Lázaro (Jn 11, 42) y repetir, saboreando:

“Padre, te doy gracias, sé muy bien que me escuchas siempre” 

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