Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu
Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.
Las lecturas que hoy nos propone la Iglesia suscitan, y tienen en común,
la importancia de la acción de gracias al Señor. Los puntos de oración que hoy
te quiero sugerir van en este sentido.
La primera lectura, del libro del Génesis, nos describe el pasaje de Noé
y su actitud cuando la tierra se seca después del diluvio. Noé da gracias a
Dios ofreciéndole un sacrificio puro y sin mancha, agradable a Dios. Así mismo,
el Salmo ahonda en esto mismo: “Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza”.
También nos dice: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”. Dios
es misericordia y nos hace todo bien. De esta misma manera, el ciego del
Evangelio es curado de su ceguera. El Señor nos hace bien todos los días, nos
cuida y cuida de nuestra familia, cura nuestras cegueras, nos hace felices y
sostiene nuestras vidas.
“¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”, ¿cuál es la
manera más perfecta de acción de gracias al Señor? La respuesta es una y sólo
una: la Eucaristía. Te propongo en este momento que medites sobre las
siguientes preguntas: ¿soy consciente de cómo actúa día a día la Misericordia
de Dios en mi vida? ¿Le doy gracias a Dios por todo lo que me regala? En este
sentido, también puedes preguntarte sobre cómo y con qué profundidad vives la
Eucaristía.
Gracias Señor por el don de la Eucaristía, por quedarte con nosotros en
este trocito de pan.
Pídele a la Virgen María que te ayude a reconocer, con humildad, el gran don de acción de gracias que supone la Eucaristía.