La tentación de construir un mundo sin Dios es fruto del pecado
original, pecado de soberbia que mueve a la autosuficiencia respecto al
creador. El construir la ciudad sin Dios tiene como resultado el enfrentamiento
e incomprensión entre los hombres.
Reparar esta herida del corazón es lo que busca Jesús al llamar en su
seguimiento. Encontramos resistencia para caminar con él y tras él, pero su
yugo es llevadero y su carga ligera. El tomar la cruz y seguirle podemos verlo
desde esta perspectiva.
Ser cristiano conlleva además un testimonio ante los demás que puede
generar rechazo; vivirlo evangélicamente es fecundo para la misión de Jesús que
llevamos adelante. Hagamos nuestros los sentimientos de Jesús y no dejemos que nuestra
antigua condición malogre el proyecto de Dios.
Que la cuaresma que iniciaremos pronto nos haga más fieles discípulos del Maestro.